En América Latina el peligroso juego es a 3 bandas: Irán, Venezuela y Brasil.
Irán pretende convertirse en la cabeza del mundo islámico. Para ello necesita armas nucleares y forjar un variado frente internacional de apoyo que compense la ojeriza que despiertan en el mundo árabe. Descubrir, por los wikileaks, que Arabia Saudita pedía a los norteamericanos que destruyeran las instalaciones nucleares iraníes antes de que fuera demasiado tarde los preocupa.
Dentro de esos planes deben situarse el violento antiisraelismo y antisemitismo iraní. Una causa que galvaniza al mundo islámico. Liderarla coloca al régimen al frente de ese revuelto amasijo de petróleo y dictaduras que conforman el universo mahometano. Por eso pagan, adiestran y alientan a los terroristas de Hezbolá y no ocultan que sus diplomáticos en Buenos Aires demolieron la AMIA y mataron 85 inocentes. En el mundillo radical islámico ese crimen le proporciona un raro prestigio.
En Venezuela, Hugo Chávez persigue fines paralelos con la dirección y complicidad de La Habana: crear una opción antioccidental parecida a la URSS hasta 1991, cuando desapareció el mundo comunista europeo.
Fidel, que rumiaba su frustración por el fin del proyecto soviético planetario, convenció al venezolano de que La Habana y Caracas debían desempeñar ese rol: “o se expandía el proyecto revolucionario o el imperialismo norteamericano lo asfixiaba”.
Contar con Irán y poseer armas nucleares era vital para la supervivencia de esta nueva URSS que gestaban, como demostraba el caso de Corea del Norte. Ese es el sentido último de la frase pronunciada por Fidel en Teherán en el 2002: Irán y Cuba podían poner de rodillas a Estados Unidos.
¿Cómo paga su colaboración el eje Caracas-La Habana a Irán? Paga fomentando los lazos de la dictadura teocrática de los ayatolás con Brasil, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Le paga con estridentes muestras de antisemitismo y antiisraelismo; adquiriendo en el mercado internacional los componentes electrónicos y equipos militares a los que Teherán no accede debido al embargo de la ONU. Le paga convenciendo a algunas ingenuas cancillerías latinoamericanas que reconozcan a un Estado palestino todavía inexistente, y cuyo presunto territorio está dividido entre dos grupos que se entrematan: Hamas, en Gaza y Fatah en la antigua Cisjordania.
Esa presencia militar iraní en Sudamérica ya tiene presupuesto y nombres. Lo reveló en Argentina el periodista Pepe Eliashev tras contrastar fuentes de inteligencia usualmente fiables. Teherán dedicará 4 500 millones de dólares a consolidar su influencia en América Latina. Las operaciones quedarán a cargo de la Fuerza Quds de acciones especiales. ¿Qué gana Irán con su presencia en suelo americano? Muy simple: responder desde América Latina a cualquier ataque que sufra Irán en su territorio.