Está bien que señale que cuando se habla de investigación científica tal calificación alude a las investigaciones sistemáticas que se realizan sobre temas importantes, las cuales demandan tiempo, apoyo permanente de una institución, se cuenta con los recursos necesarios y los responsables son investigadores plenamente capacitados para llevarlas a cabo. En un país como los Estados Unidos, en el que sus universidades realizan investigaciones de gran nivel, es el Instituto Nacional de la Salud el que realiza investigaciones sobre temas prioritarios como el cáncer. Una parte significativa de los fondos federales son destinados a financiar las investigaciones que se realizan en los institutos nacionales.
A mediados del siglo pasado se dieron dos grandes pasos en salud pública: la creación del Instituto Nacional de Higiene y Medicina Tropical Izquieta Pérez, en Guayaquil, y el Instituto Nacional de Nutrición, en Quito. Fueron en esos institutos nacionales, adscritos al Ministerio de Salud Pública, en donde por primera vez en la historia ecuatoriana se iniciaron investigaciones sistemáticas, de indudable trascendencia. Lucha eterna la que entre nosotros han mantenido la civilización y la barbarie: el Instituto Nacional de Nutrición desapareció por obra de los bárbaros.
En esta columna escribí un redoble por el Izquieta Pérez. En su reemplazo, se ha creado en estos días un Instituto Nacional de Investigaciones en Salud Pública. El eterno borra y va de nuevo. Los pinitos del nuevo ente con sabor de arbitrariedad y tufo de botín político. Un Director, sin experiencia en el campo de la salud pública. 70 nuevos funcionarios, casi todos ubicados en el área administrativa. La que fue Coordinadora de Salud Humana reubicada como Coordinadora en Salud Animal. Sin experiencia en investigación y peor en gestión de ciencia y tecnología, quienes forman el nuevo comité evaluador de los proyectos de investigación que se presentan para su financiamiento con fondos del Estado.
Un desastre anunciado. El golpe de gracia: según directivos de la nueva creatura las áreas de bacteriología, virología y parasitología que le dieron al país tanto prestigio en el exterior, serán relevadas para dar paso a investigaciones sobre patologías actuales de salud pública como la hipertensión arterial y la diabetes. ¡En buena hora! En lo que no estaremos de acuerdo es en dejar de considerárselos como prioritarios los estudios sobre diagnóstico y prevención de las enfermedades tropicales que aún hoy son un azote para los campesinos costeños. A este paso llegaremos al punto en que ante esas fiebres ‘misteriosas’ que requieren saber diagnosticar su etiología, algunas aún no identificadas, tengamos que recurrir a los tropicalistas cubanos.
Yo no puedo dejar de cuestionar tales barbaridades.