Quisiera señalar lo “bueno”, lo “malo” y lo “feo” del informe anual de labores que el presidente de la República presentó al país el fin de semana.
Lo “bueno” es que ocupó una buena parte de su presentación en demoler el discurso de la extrema izquierda y de algunos líderes sociales que se oponen radicalmente a la explotación a gran escala de los importantes recursos naturales -especialmente mineros- con que cuenta el país. Al hacerlo, demostró un pragmatismo que no es común en los líderes políticos ecuatorianos, quienes llegado el tiempo de elecciones, suelen abandonar proyectos nacionales importantes para no alienar a sus votantes.
Los pocos inversionistas que con paciencia han esperado iniciar operaciones mineras a gran escala en Ecuador, deberían considerar que si bien un gobierno de “derechas” podría entender mejor las realidades de la industria minera, probablemente le resultará más difícil lidiar políticamente con la activa y movilizada oposición que la izquierda “infantil” tradicionalmente ha interpuesto a la explotación de recursos naturales.
Lo “malo” está en su reafirmación de que la economía ecuatoriana continuará basando su desarrollo en la explotación de sus riquezas naturales, para de esa manera “esquivar” ciertas realidades económicas globales. Este “modelo” le permitirá al Ecuador, por ejemplo, sustentar costos laborales superiores a los vigentes en otras naciones en desarrollo que, según el presidente, basan su competitividad en la “explotación” de sus trabajadores. Por lo que alcanzar mejores niveles de vida no estará necesariamente vinculado a mejoras en la productividad general de la economía ecuatoriana, sino a la utilización masiva de los recursos naturales del país en ese propósito, al menos mientras duren.
Este esquema económico también permitirá al gobierno mantener al país en un relativo aislamiento internacional, evitando así enfrentar las reformas que requeriría su abierta integración al proceso de globalización. Queda por demás decir que la posibilidad de avanzar en la firma de acuerdos de “libre comercio” con los principales centros económicos globales, no irá más allá de algunas declaraciones de buenas intenciones por parte de las autoridades.
Finalmente, lo “feo” estuvo en la insinuación de que -por alguna extraña razón- la “Revolución Ciudadana” posee una condición moral superior a la de cualquier otra fuerza política del país, pasada o presente. Audaz criterio expresado cuando muchas de sus prácticas políticas en poco difieren de las peores registradas en las últimas décadas, como el hecho de que el presidente haya utilizado un informe oficial a la nación para defender la actuación de su partido político, durante un escandaloso y atropellado proceso de inscripción de partidos y movimientos de cara a las próximas elecciones.