Es un lugar común considerar a la infancia el paraíso de la vida. Época de inocencia y sin responsabilidades. Sin embargo, esta consideración es falsa para millones de niños en el mundo y para varios cientos en el Ecuador.
La película ‘Sound of Freedom’, basada en las investigaciones del agente norteamericano Tim Ballard, relata una operación de rescate de niños en Cartagena, para dar cuenta del criminal negocio de la trata de menores, que empieza con la pornografía, sigue con la prostitución y termina con el tráfico de sus órganos.
Al presentar la película en el Ecuador, Ballard dio cifras espeluznantes: 80 millones de niños en el mundo sometidos a trata, negocio ilegal que mueve un aproximado de 150 billones de dólares anuales, la ganancia más alta del crimen organizado, incluso por encima del tráfico de drogas.
El mismo Ballard participó hace un año en la captura de los holandeses Luijs Lesley Gerardus Servaas y Matheus Hendrick Uittenbogaar, quienes operaban una red de pedofilia en Canoa (Manabí), donde 400 infantes estuvieron en riesgo, dado que sus padres permitieron el acceso a los menores a cambio productos y dinero, de acuerdo con las indagaciones de la Unidad de Investigación de Delitos Transnacionales.
Este último detalle da cuenta de que el verdadero riesgo para los infantes, más allá del crimen organizado, son sus propias familias, que no son un lugar seguro, como lo evidencian tres hechos denunciados en esta semana: otra red de tráfico de niños en el Mercado Mayorista de Quito, la problemática del alcoholismo infantil en Ambato y el alto nivel de deserción escolar en Esmeraldas, por cooptación de bandas criminales.
Si bien la descomposición social se ha generalizado en el Ecuador, no se debe olvidar que el cuidado de los niños es una responsabilidad comunitaria, dado que ellos carecen de la capacidad material y legal de cuidar de sí mismos, por loque dependen de adultos responsables para garantizar su vida y su seguridad.