Jorge Salvador Lara ha rendido la jornada de su vida. Como historiador, hombre público y jurista, en todos los campos de su acción, fue un luchador y un patriota.
Fue quiteño y amó a su ciudad, a la que dedicó sus mejores esfuerzos de historiador. Produjo más de doscientos libros y artículos científicos, gran cantidad de ponencias nacionales e internacionales, ensayos y estudios más cortos, comentarios y presentaciones. Fue un escritor esmerado y un gran cultor de la palabra. Se convirtió en uno de los grandes oradores ecuatorianos del siglo XX.
Escribió toda su vida con la consigna central de defender y robustecer a la nación ecuatoriana. Por décadas mantuvo su columna periodística. Desde ella promovió los estudios históricos, comentó publicaciones y debatió sobre temas culturales, internacionales y políticos de coyuntura.
Fue docente de vocación y dedicó buena parte de su vida a la cátedra. Enseñó en secundaria y en la universidad, donde asumió varios cursos dedicados a diversos momentos de nuestra vida nacional, centrándose fundamentalmente en la Historia de la República. Dirigió gran cantidad de tesis a lo largo de los años. Fue un gran promotor del trabajo de estudiantes de historia y de otros colegas historiadores, a quienes invitó a la Academia Nacional de Historia, impulsó para que emprendieran investigaciones y alentó su publicación.
Si bien la producción historiográfica fue su actividad fundamental, como abogado no realizó solamente labores profesionales en el sector público, al que dedicó muchos años, sino aportes al conocimiento jurídico, que también los trasladó a la cátedra universitaria.
Como ya lo destaqué en un artículo anterior, igual que la gran mayoría de nuestros grandes historiadores, Jorge Salvador Lara optó por la militancia política activa. Se inició en el nacionalismo y luego se afilió al Partido Conservador, pugnando porque su acción se inspirara en la Doctrina Social de la Iglesia. Fue varias veces legislador y llevó adelante sonadas batallas parlamentarias. Fue ministro de Relaciones Exteriores y embajador. Se mantuvo firme en sus luchas y consecuente con sus principios. Abandonó las filas conservadoras cuando fueron invadidas por el neoliberalismo, que su conciencia nacionalista y católica rechazaba.
Desde ya hace algunos años había sido reconocido como uno de los grandes historiadores de su generación y se destacó su aporte cultural y científico. Varias entidades lo designaron como miembro y le tributaron homenaje. La Academia Nacional de Historia, por su parte, lo eligió como director honorario.
En la dolorosa circunstancia de su muerte, destacamos ante el país su enorme trabajo especializado como historiador de la Patria y su profundo compromiso con la nación ecuatoriana, origen y fin de sus más radicales luchas.