Cuando se escriba la historia actual de América Latina se habrá recreado de qué manera gobiernos en apariencia democráticos sin embargo han utilizado métodos autoritarios para monopolizar el poder y usarlo con el único propósito de sostenerse el período más largo posible. El interés de servicio a los grupos mayoritarios del país ha quedado en un segundo plano y por el contrario, la actitud soberbia y de revancha se han impuesto como mecanismo articulador del poder. Finalmente, el objetivo no era otro que buscar hegemonizarse con una retórica falsa y perversa basada en la contradicción entre riqueza y pobreza sin encontrar para nada los mecanismos que articulen una sociedad más equitativa o justa.
El poder por el poder mismo finalmente acaba con las mejores intenciones y ocupa gran parte del tiempo de gobiernos sostenidos sobre un discurso de confrontación permanente que sirve como mecanismo idóneo para colocar la gestión del gobierno en un segundo plano. La concentración en acaparar primero y sostener después el mayor control posible sobre la sociedad pasa a ser así el verdadero propósito de un gobierno y no los anhelos reales de pueblos sumidos aun en grandes inequidades e injusticias. Esta semana el gobierno de Castro celebró 50 años de “racionamiento alimenticio” que ha forzado al pueblo cubano a vivir en unas condiciones infrahumanas en diversos períodos de la revolución que se inició en 1959 donde el pueblo caribeño sostenido en el discurso gubernamental antiamericano no ha sido capaz de alimentarse por el severo control aplicado en algo tan básico y elemental como los alimentos. Aquí como en otros ejemplos de estructura autoritaria no importa el sujeto de acción gubernamental sino solo interesa encontrar en el mecanismo el argumento retórico de concentrar la crítica sobre el adversario a cambio de abroquelar el sentimiento del pueblo alrededor del gobernante autoritario de turno.
Si existiera en gobiernos en apariencia democráticos una verdadera actitud revolucionaria procurarían mecanismos que incrementen la producción y que no lo restrinjan o racionen. Claro, eso sería un pésimo ejemplo dentro de una estructura que busca acabar con la competencia privada que pone en riesgo el modelo de gobierno y el tipo de gobernantes que tienen. Cuando existe algo que repartir aunque sea insolentemente poco, el mandamás de turno encuentra en el gesto una manera de afirmar su propio control y dependencia impidiendo el desarrollo de una cultura autónoma que sirva para elevar la dignidad del pueblo.
La idea de que es parte de un proceso tiene ejemplos fatídicos en países como los de la ex cortina de hierro donde generaciones completas han perdido su vida de desarrollo y oportunidades “esperando tiempos mejores” que nunca llegaron.