Parecía interminable, se extendió por una década, vencían en los procesos electorales, el país semejaba un inmenso colectivo anestesiado por una incesante y abrumadora propaganda política, que ensalzaba pública y ruidosamente una supuesta honestidad que ocultaba, tras cortinas, bullicios de discursos, boatos, humoradas y sabatinas; vulneraban y absorbían todos los poderes del Estado, elaboraban leyes, emitían decretos y armaban estructuras que a futuro cubrieran con inmunidad a los autores de los muy bien planificados atracos que beneficiaban al caudillo autocrático y a sus cercanos colaboradores.
Prepararon fraudulenta y prolijamente una sucesión para que oculte el saqueo del gobierno dictatorial y corrupto; desgraciadamente para ellos y felizmente para el país, el sucesor prefirió servir a la patria, alejarse del correato y devolver la libertad de prensa, de opinión, el respeto y la democracia; trató de corregir la desastrosa situación económica que heredó y que se agravó con la ruptura del oleoducto y con el ataque implacable de la pandemia; cometió errores, pero nos salvó de la plaga correísta.
La prolongada hecatombe concluyó, está por culminar la transición y nace una esperanza fortalecida por el fracaso de un pacto ominoso con el bloque legislativo de los causantes del mayor asalto de miles de millones de dólares en contratos, construcciones, créditos millonarios fraudulentos, negociados petroleros, valijas diplomáticas contaminadas, aportes ilegales para campañas políticas y en otras innumerables acciones delictuosas que, gracias al profesionalismo de la Fiscal General y de jueces como Iván Saquicela, están siendo juzgados, unos privados de la libertad y otros prófugos, por culpabilidad comprobada.
Era inadmisible para la moral y el futuro del país el involucramiento malsano, al nuevo presidente y a su partido, en un acuerdo que hubiera deslegitimado sus ofertas de combatir la corrupción, de sancionar a los corruptos, de no intervenir en la justicia y de recuperar el dinero robado.
El presidente Guillermo Lasso actuó conforme al clamor popular y a la solicitud de miles de ciudadanos en las redes y en los medios de comunicación, se liberó de esa presión peligrosa que le ofrecía respaldo a cambio de constituir una “comisión de la verdad” cuya meta era “revisar los juicios” instaurados a los ex funcionarios, para fundamentarlos y llevarlos a cortes internacionales.
La gente que respaldó al candidato Lasso, en el convencimiento de terminar con la influencia del correísmo, ha recibido con beneplácito su triunfo electoral y su actuación prudente y sabia para solucionar el conflicto de integración de la Asamblea Nacional.
La esperanza de reconstrucción nos convoca a todos los ecuatorianos para que responsablemente colaboremos con madurez y coherencia con el gobierno para superar juntos: ciudadanos, sindicatos, partidos políticos, academia, asociaciones, federaciones, campesinos, trabajadores, industriales y empresarios los tremendos problemas económicos, sociales, estructurales y de salud en que se encuentra inmerso el Ecuador.