Escribo este artículo con el corazón cargado de emociones encontradas, ya que me dirijo a ustedes, queridos lectores, para despedirme de este espacio, en el que, desde 2017, cuando Carlos Mantilla y Gonzalo Ruiz me abrieron generosamente las puertas a las páginas de opinión de El Comercio, he podido expresar sin tapujos y sin censuras mis pensamientos y reflexiones.
A lo largo de todos estos años he buscado con mi columna traer a colación temas relevantes para nuestro país y generar diálogo y debate sobre la política, los derechos humanos y sobre todo, la democracia. En especial, nuestra obligación de defenderla frente a los continuos ataques de que es objeto en nuestro país, el último de los cuales lo estamos viviendo en estas elecciones anticipadas, con las que ciertos políticos pretenden regresar a gobernar con la única motivación de la venganza en contra de aquellos que han combatido sus ideas y sus prácticas.
Mi agradecimiento también a Ramiro Rivera quien, como Presidente del diario, me ratificó la confianza que me tenían Carlos y Gonzalo, permitiéndome mantener esta columna cuando aquellos partieron en busca de nuevos horizontes, decisión que ahora debo tomar yo también.
La vida es de ciclos y considero que es el momento de cerrar este y abrirme a nuevas experiencias. Aunque me es muy difícil decirle adiós a este espacio, que ha sido mi hogar durante tantos años, y a ustedes, queridos lectores, que me han acompañado en esta travesía, estoy emocionado por lo que vendrá.
Así, quiero agradecerles a cada uno de ustedes por su compañía, por su apoyo y por permitirme ser parte de su vida a través de mis palabras. No sé que es lo que el futuro tenga reservado para mí y para mi forma de hacer opinión, pero estén seguros de que siempre seguiré explorando nuevas vías para compartir ideas, defender la democracia y los derechos humanos y aportar, en la medida de mis posibilidades, en hacer de este un país mejor.
¡Hasta pronto y gracias por todo!