Ha comenzado un nuevo ciclo en Venezuela. Las elecciones parlamentarias del pasado domingo así lo demuestran. Los candidatos de la coalición opositora, Mesa de la Unidad Democrática (MUD), lograron el 64,07% de los votos, mientras que el oficialismo, el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), obtuvo el 32,93% de apoyo de la población. Aunque están en disputa cinco escaños, la oposición tiene asegurados 107 de 167 puestos en la Asamblea, doblando el número de representantes que obtuvo el PSUV (55).
El triunfo de la oposición se dio en 17 de los 24 estados que tiene Venezuela. A excepción del revés electoral de 2007, cuando Hugo Chávez sometió a referéndum la reelección indefinida, es la primera vez desde 1998 que el chavismo tiene una derrota tan contundente. La buena racha que le permitió al chavismo ganar por 19 veces consecutivas elecciones aparentemente se acabó.
En esta ocasión ha pesado la mala gestión del gobierno del presidente Nicolás Maduro, pero también la situación de inseguridad, polarización política, corrupción, irrespeto de la institucionalidad democrática e incluso el alto desprestigio internacional.
Por ejemplo, la inflación en Venezuela sobrepasa el 200%. El desabastecimiento de alimentos es crítico. El tipo de cambio es irreal. No existe un sector productivo sólido, ya que las políticas emprendidas por el chavismo terminaron por aniquilar la producción y depender en gran medida de las importaciones.
Ha sido un de “voto castigo” que incluso vino de zonas y regiones catalogadas como bastiones incuestionables del chavismo (estado de Barinas y llanos suroccidentales). Por este motivo, la oposición sabe que una parte de los votos provino de sectores que siguen siendo chavistas pero ya no se identifican con Nicolás Maduro.
Con esta abrumadora victoria se perfila un horizonte de cambio. Un horizonte de cambio que será limitado mientras la oposición no llegue a la Presidencia de la República. Si tuvieran más de 112 escaños la oposición podría convocar a un referendo, impulsar una Asamblea Constituyente o remover magistrados del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Sin embargo, con los 107 representantes podrán designar autoridades en el Parlamento, promover la amnistía para presos políticos, aprobar leyes ordinarias, censurar ministros, sancionar leyes habilitantes o remover integrantes del Consejo Nacional Electoral (CNE).
Por este motivo, la derrota del chavismo no debería convertirse en triunfalismo para el MUD. Esos 107 votos le dan una mayoría pero no podrán lograr una salida anticipada de Maduro, remover autoridades claves del poder judicial o plantear una Constituyente. Tampoco mejorar sustancialmente la situación económica de Venezuela, combatir la inseguridad o bajar los niveles de pobreza. Es efectivamente un giro pero hacia un proceso de transición que tomará posiblemente muchos años. El daño que ha hecho el chavismo en Venezuela es incalculable.
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