Giro a la derecha al compás de la crisis
Mucho se ha escrito sobre la arriesgada gestión de la deuda que colocó a Estados Unidos al borde de la bancarrota, pero la principal conclusión que se puede sacar de este episodio es la capacidad de un grupo de lunáticos de bloquear la democracia.
A los parlamentarios del movimiento Tea Party, que obligaron al opositor Partido Republicano a una guerra sin cuartel, no les preocupa su reelección.
La nueva configuración de los distritos comiciales favorece en gran medida a los actuales legisladores, asegurando la reelección de los senadores republicanos en los siete estados bajo completo control de ese partido.
En las elecciones de 2012, los candidatos a diputados del Partido Republicano recibieron en esos siete estados 16,7 millones de votos, mientras que los del gobernante Partido Demócrata obtuvieron 16,4 millones. Pese a la ínfima diferencia, la redistribución de distritos se tradujo en victorias republicanas en 73 de los 107 escaños en disputa.
La derecha radical posee una maquinaria electoral muy superior a la de sus rivales, financiada por los hermanos multimillonarios Charles y David Koch, que se proponen acabar con los republicanos moderados, quieren deshacerse del presidente Barack Obama y del Estado, y pretenden devolver a los estadounidenses un mundo donde el "sueño americano" vuelva a ser posible.
Porque el sueño americano se ha esfumado y el tejido político estadounidense anda por los suelos. En cada elección, el número de votantes blancos disminuye en dos por ciento, por lo que es probable que el próximo Presidente sea un demócrata, mientras que, debido al sistema electoral, los republicanos controlen el Congreso.
Los "padres fundadores" de Estados Unidos establecieron un sistema de equilibrio entre los poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, pero no pudieron anticipar el nacimiento del Tea Party.
Tampoco podían prever que el Poder Judicial acabaría profundamente politizado y que la Suprema Corte autorizaría la financiación sin límites de las campañas electorales de los políticos "amigos" por parte de corporaciones y multimillonarios, alterando los fundamentos de la democracia.
Está claro que el Partido Republicano se ha llevado una buena paliza y puede que el movimiento Tea Party no sea más que una moda pasajera. Pero la observación nos enseña que, al contrario del mito que propaga la izquierda, las crisis tienden a reforzar a la derecha.
El Tea Party representa una señal de la crisis de Estados Unidos, que empieza a darse cuenta de que ya no tiene un destino excepcional, mientras se le escapa su posición de única superpotencia. La desigualdad social está creciendo rápidamente (cada día surgen 3 000 nuevos pobres) y el desempleo se ha convertido en crónico.