Independientemente de lo que suceda en los próximos días en la Asamblea Nacional con el llamado a juicio político al presidente de la República, Guillermo Lasso, su situación es realmente preocupante cuando se toman en cuenta los niveles de apoyo de la población.
Hace pocos días atrás la firma consultora IMASEN (con sede en la ciudad de Lima) acaba de hacer público un estudio de opinión pública realizado a nivel nacional en Ecuador. Son 1500 encuestas hechas entre el 16 y el 21 de abril a una población comprendida entre los 16 y 70 años de edad y con un margen de error del 2,5%. Los resultados son contundentes: el 85,7% desaprueba la gestión de Lasso y considera que el Ecuador no va por el camino correcto. El 50,1% cree que el presidente Guillermo Lasso ha sido el peor presidente del Ecuador, le sigue Lenin Moreno con un 15,9%, Rafael Correa con el 13,9%, entre otros.
A más de estas cifras, uno de los aspectos que llama fuertemente la atención es que estos porcentajes han aumentado ligeramente desde julio de 2022. Lo que se puede apreciar es que, tras la campaña de vacunación realizada durante los primeros seis meses por parte del gobierno, las cifras han tendido a decaer paulatinamente.
¿Cuál es la razón de ello? Los criterios no son coincidentes. El gobierno de Lasso insiste en que ha fallado ha sido la estrategia de comunicación. Sin embargo, hasta el día de hoy, pese a tener un apoyo considerable de los grandes medios de comunicación, no han sido capaces de reconocer que su gestión ha sido un fracaso debido a los innumerables errores cometidos por el jefe de Estado y su equipo de trabajo.
La inseguridad, la administración de las cárceles, los pocos avances para reducir el desempleo y reactivar la economía… son muestras de ello.
Me atrevo a decir que la suerte de Lasso ya está echada. Si no es la Asamblea, son las calles las que definirán su futuro y su permanencia en el poder. Y esto a pesar de que el COSEDE haya aprobado el uso de las armas letales para casos de terrorismo y que esto también pueda también ser usado para apagar la protesta social.