A pesar de la relevancia que tiene actualmente en este mundo convulsionado, desorientado, violento y sobretodo globalizado, la política exterior ha sido la materia menos discutida en esta campaña electoral.
En los dos debates, que la verdad es que no lo fueron, no se abordó el tema sino muy tangencialmente. En entrevistas tampoco ha sido prioritario. Muchos son los asuntos de política exterior que deben dilucidar los finalistas antes del 2 de abril. Estos asuntos tienen un impacto directo sobre el Ecuador y, por tanto, están en la obligación de explicarnos lo que van a hacer en su gobierno y las consecuencias que tendrán para el electorado.
Se dice que la política exterior no ayuda a conseguir votos. Es probable, pero esa es una apreciación sin sustento real, ya que su influencia incide sobre los problemas socio-económicos que más afectan al pueblo. La integración, el comercio internacional, la inversión, la transferencia de tecnología, por ejemplo, son fuentes indispensables de generación de empleo y de activación de la economía.
Hay igualmente asuntos políticos que deben definirse en función exclusiva de los intereses nacionales y no guiados por ideologías, como ha sido el caso durante el gobierno de la Revolución Ciudadana. La imagen externa genera también beneficios concretos.
Los candidatos finalistas están en la obligación de decirle al elector cómo van a tratar temas puntuales y relevantes. Ejemplos al azar: ¿promoverá el fortalecimiento de UNASUR, de la CELAC? ¿Normalizará las relaciones con Brasil? (no tenemos embajador desde mayo de 2016 y bien que lo necesitamos ahora con el caso Odebrecht) ¿Nos incorporaremos a la Alianza del Pacífico? ¿Re institucionalizaremos al Servicio Exterior y terminaremos con el derroche y la incoherencia? ¿Cómo serán las relaciones del Ecuador con los EE.UU. de Trump y con China? ¿Qué hará el nuevo gobierno con Assange? Las circunstancias han cambiado y el caso merece un nuevo análisis.
Estos y muchos otros temas deben ser esclarecidos por los candidatos para tomar nuestra decisión con conocimiento. Moreno dijo que hay que “refrescar las relaciones internacionales”. ¿Qué alcance tiene esa expresión? ¿Hará cambios o persistirá con la ideologización? Lasso ha afirmado que volverá al profesionalismo para atender nuestros requerimientos terminando con el clientelismo y amiguismo de esta década que ha destruido la Cancillería ¿Reorientará nuestra posición con mayor pragmatismo sin dejarse llevar por la ideología?
Se impone una aclaración de las dos opciones para que los electores tengamos, ante las urnas, claras las ideas sobre cuál será la política exterior del nuevo gobierno que se inicia en mayo.