En mayo de 2021, una buena parte de la población ecuatoriana celebraba con optimismo y esperanza el inicio del periodo de gobierno a cargo de Guillermo Lasso. Depositaron su confianza en el personaje que ofrecía solucionar los problemas del país en poco tiempo. Ofreció el gobierno del encuentro y utilizar su experiencia para hacer lo que los gobiernos anteriores no lo hicieron.
Comenzó con pie derecho poniendo su contingente para dirigir el proceso de vacunación para enfrentar el COVID, una necesidad descuidada por el gobierno de Ku Moreno. Nadie se imaginaba que esesería su único aporte a los requerimientos del país. Lo demás ha sido analizado por diferentes medios y diferentes actores, pero todos coinciden en que estegobierno termina con un rotundo fiasco.
En verdad, una evaluación adecuada e imparcial de un gobierno debe ser realizada en perspectiva, es decir luego de un tiempo prudencial que facilite amenguar las pasiones, aflorar sólidos argumentos y contextualizar las acciones y omisiones. Sin embargo, en este caso hay demasiadas evidencias y una opinión común de la sociedad como para postergar la expresión del sentir de los ecuatorianos.
El triunfo de Lasso se dio en circunstancias inusuales, pues desde las objeciones a la legitimidad de su candidatura por presunta propiedad de fondos off-shore, hasta el vuelco masivo del electorado paraexpresarle su apoyo en rechazo al correismo, hicieron del éxito electoral un embuste. Un triunfo pírrico que revela también un fenómeno social –el voto negativo- que está tomando cuerpo en el Ecuador, con consecuencias en la estabilidad de nuestra frágil democracia.
La impronta del gobierno de Lasso la integran un manejo contrario a las necesidades nacionales,reflejado en el deterioro de las condiciones económicas de una gran mayoría; en la carencia de los conocimientos necesarios de la realidad del país por parte de su equipo; en la profundización de la inseguridad y la delincuencia; en los eventos con sabor a una gran corrupción de estratos de alto nivel y de personajes cercanos al gobierno. Ninguna estrategia para reactivar la economía y la distribución de un crecimiento planificado con el establecimiento de prioridades; un nivel de inversión extranjera lejano a las promesas de atraerla, apelando a la instauración prometida de una nueva era de credibilidad del país en el ámbito financiero internacional. Decepcionante el resultado de acciones aisladas y dispersas, sin políticas públicaspara enfrentar los problemas de salud, educación, seguridad social y atención a grupos prioritarios. Una insulsa forma de acercamiento a las distintas funciones del Estado, que originó la crisis institucional que desembocó en la muerte cruzada.El país que recibe el presidente entrante –y especialmente todos los ecuatorianos- no tiene información clara en lo económico para la transición, con un déficit fiscal desproporcionado frente al PIB, sin inversión productiva y sin recursos para atender el gasto corriente inmediato, entre otras graves falencias.
Las condiciones económicas y políticas del mundo contemporáneo son y han sido muy complejas, es cierto. De allí que, efectivamente, cualquier gobierno habría enfrentado grandes dificultades para dar respuestas inmediatas a la población. Pero si el gobierno no nace con un respaldo legítimo de los electores, no tiene capacidad para comprender los problemas sociales, no dispone de un equipo con experiencia en el manejo de la cosa pública y tiene una mentalidad adecuada al ejercicio de la actividad privada y no para el servicio público, tiene asegurado el fracaso.
Un país fracturado y un nuevo florecimiento del fanatismo inducido, expandido y multiplicado por la estrategia de endilgar todos los errores a los gobiernos anteriores, es la herencia del gobierno que termina. Los electores deben aceptar ahora que padecían de un excesivo optimismo al confiar en el cumplimiento de las ofertas de Guillermo Lasso.