Rodrigo Albuja Chaves
Exijamos argumentos
La carrera por la presidencia de la república se abrió con un llamado del CNE a la tolerancia y a evitar las agresiones personales. En realidad se inició hace ya unos días, sin autorización. Las leyes se acatan pero no se cumplen fue el dicho común en el periodo de la Colonia. Se diría que sigue vigente en la actualidad.
Vistos los antecedentes en el “abre boca” de la campaña, parece que debemos disponernos a escuchar la riqueza de ofertas, promesas, discursos, algún show mediático y demás artificios para persuadir a los electores en un tiempo record, y ganar la mayoría de los votos.
La carrera electoral es suigéneris y muy particular, sin antecedentes, porque los candidatos –excepto en un caso- no pertenecen a los partidos políticos que los auspician y, por tanto, no se alinean con su ideario. Las candidaturas nacen de acuerdos con los partidos en los que la gran ausente es la coincidencia ideológica, que ha dado lugar a situaciones que llegan a la categoría de lo absurdo y de lo inverosímil.
A esto se suman las redes sociales y las “fake news”, que han significado el abono para la anarquía en la formación de la opinión pública. Sin el suficiente rigor intelectual y con falta de conocimientos básicos para una opinión no deleznable, el poder de las redes sociales se ha constituido en la fuente para la “formación” política de grandes sectores de la sociedad. Hace falta, entonces, orientar a la población, con objetividad y honradez intelectual, en el conocimiento de los elementos que deben ser parte de la evaluación de los planes de acción que presenten los candidatos.
El país tiene derecho a exigir rigor en la presentación de propuestas, fortaleciendo la construcción de buenos razonamientos. La confrontación de ideas y la evaluación recíproca de argumentos son actividades de las que no se puede prescindir, especialmente en los tiempos de campaña electoral.
Puesto que el debate de ideas con argumentación es propio de las sociedades democráticas, es necesario contribuir a revalorar la democracia como la forma de coexistencia que, pese a sus imperfecciones, ofrece condiciones para buscar colectivamente la justicia con respeto a la diversidad. Ese debe ser el tenor de las campañas de los presidenciables y también del papel de quienes informan, comunican y emiten opiniones, pues su influencia en las decisiones que toman los ciudadanos, especialmente al depositar su voto, es decisiva. Pero este es un punto especialmente difícil en un país polarizado, donde existe una corriente muy fuerte al rechazo hacia quienes albergan convicciones distintas.