Que las encuestas políticas le desorienten a cualquier paisano como yo que respira el aire con escaso oxígeno de una capital que ya no tiene ni reina de belleza, vaya y pase, pero que hayan engañado al presidente de Argentina y a los tiburones de la Bolsa de Buenos Aires, que pegó una remontada en la víspera de la elección y cayó bruscamente después, ya se pasa de la raya.
Macri tenía razones de estar cabreado, sí, pero cuando echó la culpa del caos económico a quienes votaron por el kirchnerismo me recordó a Febres Cordero chispo, declarando que las prostitutas y los marihuaneros habían votado por Abdalá. En una elección anterior, cuando el mismo Macri ganó la gobernación de la provincia, también Fito Páez, el rockero que cantaba para Cristina, escribió en Página 12 que le daba asco la mitad de los argentinos que habían votado por el enemigo.
Entre el odio y el desconcierto, los articulistas retoman esa mezcla de sentido común con un poco de cafeína y otro de la sociología que solía despreciar el ahora vapuleado Jaime Durán, a quien le echan la culpa de la derrota por la errada estrategia de no explotar a tiempo el desastre económico que dejó Cristina e instruir a los candidatos que hablaran solo de cosas bonitas. Obvio que no es el único responsable, nunca se sabe exactamente lo que pasa dentro de las campañas, pero sin encuestas ni algoritmos muchos argentinos de a pie vaticinaban que el peronismo ganaría por goleada.
Y no era cosa de ser brujos: bastaba con revisar la historia argentina, el precio del dólar, la canasta familiar, el rostro de la gente que quería castigar al poder. Por ello, el que Macri hubiera escogido como binomio a un peronista no era una muestra de astucia sino de debilidad, una falta de respeto a la masa peronista que no se llamó a engaño.
Como era de esperarse, la victoria ha generado una ola de entusiasmo entre los ‘revolucionarios’ latinoamericanos, que inundan las redes con la amenaza de volver. Hasta el siniestro Diosdado Cabello le advierte a Alberto Fernández que los argentinos no han votado por él sino por la causa antiimperialista liderada por el chavismo.
Flaco favor que será usado en su contra en esta insólita elección a tres vueltas donde al presidente le quedan varios recursos. Por ahora pide disculpas y toma medidas para reconquistar a esa amante bipolar llamada clase media, que va de un lado al otro y cuando la situación social o económica es agobiante puede votar, como en Europa, por la derecha populista o el Brexit, aunque se arrepienta al día siguiente.
La única manera de que suficientes argentinos pueden rectificar es si realmente se asustan con la amenaza del desastre total que se avecina si vuelve la mafia a la Casa Rosada, de manera que una campaña del miedo está en el orden del día. Pero el miedo terminará de hundir la economía. Espantoso dilema.