Katerinne Orquera

Esmeraldas, la joya descuidada de Quito

El domingo pasado amanecimos con la novedad de que en Esmeraldas había llovido en una noche la cantidad de agua proyectada para un mes, lo que desbordó al río Taone y dejó a más de 15 000 personas damnificadas en la capital de la provincia, Muisne y Atacames. Presagio de un fenómeno de El Niño que afectará al Ecuador durante el segundo el semestre del año, con un 80% de probabilidad, según la alerta de la Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA).

A esta advertencia se une la emitida esta misma semana por ‘Copérnico’, el Programa para la Vigilancia Mundial del Medio Ambiente y la Seguridad de la Unión Europea, sobre el aumento de la temparatura media en la superficie de los océanos a 19,7 grados en mayo 2023; otro anuncio de la fuerza de El Niño, dado que los océanos actúan esponjas que absorben alrededor del 90% del aumento de calor provocado por la humanidad, lo que altera el equilibrio de los ecosistemas oceánicos, que se vuelven más caóticos y menos productivos.

Pero no solo la naturaleza azota a Esmeraldas. Como señalan los análisis de Fernando Carrión, desde hace un lustro ingresó con fuerza en la geografía del crimen organizado y cada vez son más fuertes las bandas criminales organizadas para el narcotráfico, la extorsión, el sicariato y el asesinato, en medio de una lógica de ‘Estado mínimo’, minado por el desmantelamiento de su institucionalidad y la drástica reducción del presupuesto de seguridad ciudadana.

Si recordamos que desde el siglo XVI Esmeraldas fue el proyecto de las élites quiteñas para acceder al mar, como ha estudiado la historiadora Rocío Rueda, y es hoy el proveedor de derivados de petróleo para todo el país mediante una Refinería que contamina todo lo que toca, así como el balneario de los quiteños, hay que preguntarse: por qué las élites actuales –las capitalinas, las locales, las nacionales– son incapaces de plantear un proyecto serio que permita a su gente vivir con dignidad.

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