Parece que todos corrieron por inercia a condenar los ataques a la Embajada británica en Teherán. Sí se violó la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas entre los Estados, pero el escenario es mucho más grave que eso. Occidente está pasando por alto factores internos y externos que podrían generar una catástrofe si no cambia de perspectiva pronto.
Internamente Irán está entrando en un año electoral y el actual presidente Mahamud Ahmadinejad ha perdido el favor del ayatolá Alí Khameini. Khameini siente que su antes protegido ha cedido demasiado a Occidente, entre otras cosas, ha anunciado abierta y a veces soterradamente que está dispuesto a dialogar. Khameini no está de acuerdo. Siente que su misión es mirar el largo plazo de su pueblo y, para ello, el programa nuclear es un disuasor determinante. Con tropas de la OTAN y Estados Unidos en Afganistán en el este y en Iraq al suroeste no puede sentirse tranquilo. Y una amenaza no menor se anuncia cada vez con más fuerza desde Israel, donde también su líder populista, Benjamín Netanyahu está amenazando una y otra vez con un ataque militar a sus instalaciones. Irán tiene una agria y dolorosa experiencia de ataques foráneos e invasiones no esperadas. Y no olvida que fueron los EE.UU. los que dieron armas de destrucción masiva a Saddam Hussein para usarlas contra Irán. Miles murieron sin que Occidente diga nada.
Por eso, cuando EE.UU. decide lanzar unilateralmente sanciones y sin pensarlo dos veces se unen Canadá, Reino Unido y Francia, la reacción no se hizo esperar. Fueron las fuerzas de choque del mulá las que emprendieron ese asalto a la Embajada como para dejar claro que estaban dispuestos a todo y que su opción es popular. Tal como siempre lo señaló Edward Said, Occidente sufre de orientalismo, de desconocimiento absoluto sobre Oriente Medio cuando toma decisiones. Para empezar, no ha entendido que Irán está demandando respeto a su régimen político. No es hora de pedir un cambio de régimen. Segundo, no ha entendido que parte del respeto que demanda es reconocerlo como lo que es, un líder regional indiscutible, con alianzas fuertes e influencia en muchos países de la región. Tercero, no ha podido explicar el porqué apoyó el programa nuclear de Israel, pero no el de una potencia media como Irán. Por último, tampoco Occidente ha entendido que la presión política y económica solo está dando más razones a Irán para seguir con su programa nuclear. Occidente no ha aislado a Irán, todo lo contrario. Su posición ha creado aún más simpatías en Oriente Medio y, China y Rusia han sido sus socios incondicionales desde la Revolución de 1979 y esa relación no ha cambiado. Así que, a menos que Occidente y especialmente EE.UU. cambie de libreto, una guerra regional puede ser una profecía autocumplida e Israel puede convertirse en rehén de su propio oráculo. Nadie quiere que eso pase.