En una reciente charla con estudiantes de Comunicación Social de la Universidad Central del Ecuador, uno de los asistentes cuestionó la manera negativa en que, presuntamente, algunos periodistas realizamos las entrevistas.
La percepción no es nueva, pero cabe hablar sobre ella y discutirla abiertamente.
Algunos lectores creen, por ejemplo, que no es buen entrevistador quien insiste demasiado y hace repreguntas cuando el personaje no es claro en sus respuestas.
Suponen que hay sesgo y falta de equilibrio cuando el cuestionario es insistente y este se centra en intentar que se aclaren asuntos de interés general o vinculados con las relaciones de poder.
Y llegan al convencimiento, incluso, de que el entrevistador busca al personaje con una intencionalidad, algo así como estar en contra o a favor de ideologías, personas o propuestas políticas y demostrar que el periodista tiene la razón.
Negar que hay esa clase de periodistas sería mentirnos, porque han existido y existen entrevistadores, en especial de la televisión, que han hecho daño al género.
Pero tampoco se puede admitir, porque no es cierto, que todos los entrevistadores tengan esa actitud.
El maestro colombiano Javier Darío Restrepo dice que el periodista debe preparar cuidadosamente el tema y que tiene que tener claro que su único fin es servir a la sociedad a través de la información que ofrezca el entrevistado.
Restrepo precisa que lo importante no es el político sino el interés de la mayoría por el asunto que se aborda. Y añade que la entrevista es una conversación sensata sobre un tema público. “Si pudiera haber un conflicto por una predisposición agresiva de la fuente contra el reportero, no se debe hacer la entrevista”.
María Paulina Ortiz, ex alumna de la Fundación del Nuevo Periodismo, escribió estas impresiones acerca del pensamiento del cronista argentino Martín Caparrós Caparrós:
“En nuestros medios hemos llegado a considerar entrevista a la transcripción notarial de los fragmentos de un diálogo, con lo cual el periodista, desde el momento que sale de la oficina del entrevistado, se transforma en ser inútil”.
Un periodista debería tener un poco más de orgullo y ser un poco más que eso, explica Caparrós. Cuando uno va a hacer una entrevista debe ir con el mismo espíritu del cronista, del cazador, con la mirada observadora.
¿Es negativo o arrogante el periodista que intenta una entrevista profunda, que se esfuerza por no dejar vacíos en sus lectores y que insiste para que el personaje sea más claro en sus respuestas?
Ese periodista está cumpliendo su deber en función del interés común. Pero, para no confundir al lector, debe hacerlo sin prejuicios, sesgos, malas intenciones, militancias o ingenuidades.