La situación del presidente Guillermo Lasso es un muy complicada. Aunque en este momento se comenta que no existirían los votos suficientes en la Asamblea Nacional para su destitución, puede ser que esto cambie y a la final se abra el camino para que asuma el poder el vicepresidente de la República.
Por ello una de las opciones que tendría el presidente Lasso para salir de este atolladero sería la “muerte cruzada”. Decisión compleja que eventualmente podría desencadenar una ola de protestas, tal como ya lo ha manifestado el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE).
Sin embargo, no sería tampoco una mala opción ya que, tal y como lo establece el Art. 148 de la Constitución de la República, tendría aproximadamente siete meses para gobernar sin Asamblea y a través de decretos-leyes de urgencia económica. En perspectiva, posiblemente puede resultar mejor hacer una buena gestión en siete meses sin tanta oposición y bloqueo que una mala gestión en 24 meses, que es el tiempo que le faltaría para culminar su mandato.
El problema es que durante estos dos primeros años de mandato el presidente Lasso ha adolecido de muchos defectos. Su ego y vanidad no le han permitido conectar con las necesidades y demandas más urgentes de los ciudadanos. Pese al gran apoyo de los medios de comunicación, esto se ha convertido en una debilidad al momento de interactuar con las distintas fuerzas políticas. Tampoco ha contado con un equipo de gobierno competente y capaz. Y es que el problema no es un asunto de comunicación, como así suelen mencionar. A más del proceso inicial de vacunación, no hay resultados concretos que se puedan mostrar.
Entonces si una de las opciones es la “muerte cruzada”, la pregunta que uno se hace es la siguiente: ¿Podrá Lasso y su equipo de gobierno hacer algo en siete meses?
El presidente está entre la espada y la pared. Cada vez se le agotan las opciones y el tiempo para mantener a flote a una embarcación que ha comenzado a hundirse.