Ayer se cumplieron 200 años del nacimiento de Karl Marx, en Trier, una ciudad alemana –en aquella época prusiana– fundada por el Imperio Romano, del cual todavía conserva notables construcciones, como un puente y un anfiteatro.
¿Cuál es el legado de este pensador que murió en la oscuridad –a su funeral sólo acudió un puñado de personas– pero cuyos escritos inspiraron cambios cataclísmicos que, a la postre, produjeron la muerte de cientos de millones de personas en todo el mundo?Tal vez no sea sorprendente que los ideólogos del socialismo continúen citando la parte errada de la teoría marxista, es decir, aquella que anunciaba el colapso inevitable del capitalismo.
Tras varias crisis de diferente magnitud –la última ocurrió hace diez años y fue gravísima– el sistema de mercado siempre ha podido recomponerse.
Esto, gracias a una mezcla de políticas anticíclicas, leyes antimonopólicas, redes de ayuda social y tribunales que castigan a los responsables de malos manejos de fondos. Si bien estas medidas anticrisis no se habían desarrollado plenamente en tiempos de Marx –hablamos de la segunda mitad del siglo XIX– tampoco eran nociones absolutamente extrañas. De hecho, el autor de ‘El Capital’ las consideró pero las desechó enseguida tras concluir que ningún Gobierno las pondría en práctica. ¿Por qué?
Porque para Marx ningún Estado que fuera controlado por la burguesía sería capaz de mirar más allá de los límites que le impondría su conciencia de clase.
De esta forma, un empresario nunca ayudaría a un empleado; un juez jamás haría justicia a un trabajador; y ningún funcionario público diseñaría una política que ayudara a los pobres. La lucha de clases se agudizaría hasta hacer estallar la revolución del proletariado, terminando, por fin, con el sistema capitalista, decía Marx o, “El Moro”, como le apodaban en su familia, por su tez oscura y su barba poblada.
En todo aquello se equivocó, pero en otras dio en el clavo. Por ejemplo, Marx predijo un mundo en el que la mayoría de personas vendería su fuerza de trabajo para subsistir, pues la propiedad de los medios de producción se concentraría en grandes conglomerados que producirían con costos medios más bajos, gracias a sus economías de escala.
Las corporaciones de mayor tamaño absorberían a las pequeñas en un proceso sinfín y los avances tecnológicos serían determinantes en la supervivencia de una empresa u otra, pues de ellos dependería su productividad, vaticinó Marx.
Un socialismo moderno debiera aprender de los errores y aciertos de la teoría marxista: (i) que los Estados democráticos sí pueden gobernar para los más desprotegidos; y (ii) que acceder a los beneficios de las economías de escala es crucial para operar con éxito en el sistema capitalista.