Las once narraciones de Elementos Dispares, última entrega de Francisco Proaño Arandi, introducen al lector en el mundo misterioso y alterno que ofrece una minuciosa elaboración de arte literario.
Las historias desarrolladas se nutren de experiencias reales que involucran complejas problemáticas relacionadas con pesadillas, conflictos de identidad, amor, recuerdos, culpa, desapariciones, crimen, indiferencia, olvido y deshumanización. De suyo, estos contenidos aparecen en muchos análisis psicológicos, antropológicos y sociales, pero adquieren relevancia inusitada en el arte literario, en este caso, en las narraciones de Francisco Proaño Arandi.
De hecho, el haber escogido estos temas revela, por parte del autor, un conocimiento profundo de los diversos comportamientos humanos, pero, además, contribuyen con la densidad que caracteriza a una literatura de alta calidad.
La poética formalista reconoce en las narraciones dos componentes simultáneos, la historia y el argumento. El primero se refiere a los acontecimientos del relato ordenados cronológicamente, fenómeno que ocurre en la mente del lector. El argumento, en cambio, es la presentación de los acontecimientos en el orden dispuesto por el escritor. Las acciones en los niveles incluyen motivos, personajes y ámbitos.
Los argumentos en Elementos Dispares manipulan el tiempo, es decir, actualizan recuerdos o anuncian acciones del futuro; en algunos casos, con la intervención del personaje narrador, las acciones transcurren en el presente. Un recurso es el de los documentos encontrados. La coherencia de los argumentos no deja ningún detalle gratuito o suelto, característica que los críticos literarios encuentran en relatos de gran calidad.
Las narraciones plantean situaciones inexplicables e ilógicas: las pesadillas se verifican en acciones imprevistas, se presentan desdoblamientos, surgen presencias inaprensibles, etc. También, la crueldad está presente en esta atmósfera depresiva: la ciudad toma la forma de una fiera que invalida el amor, la asepsia de la ciudad no solo acaba con ratas, sino que se proyecta al exterminio de indigentes y marginados. En el nivel de la manifestación abunda el léxico de la vaguedad: incertidumbre, incongruencia, premonición, ansiedad, demencial, incognoscible, espejismo, fluir, penumbra, etc.
Como siempre, el comentario resulta pobre cuando trata de una sugestiva expresión literaria. Aunque se debe añadir que la obra de Francisco Proaño Arandi, además de enriquecer la literatura del Ecuador, se muestra como un medio para enfrentar, desde otra perspectiva, la opacidad de las paradojas de la actual condición humana.