Bajo negativa influencia de la Iglesia Católica existe la tendencia a identificar el “espíritu” con el “alma”. Sin embargo, es imprescindible al buen concebir adentrarse en la materia, para lo cual no se pueden descartar las ideas ofrecidas por F. Hegel (1770 – 1831), filósofo considerado el más serio representante del idealismo alemán. El historiador español de la filosofía, J. Marías, cataloga al pensar de Hegel de una dificultad solo comparable con su importancia. Ciertamente lo es.
El pensamiento de Hegel cabe resumirlo en su frase “Lo que es racional es efectivamente real, lo que es efectivamente real es racional”. Esta digresión, que en el fondo es acotación filosófica, es para nosotros la cimiente misma de su concepción del espíritu como la verdad de la naturaleza. Y ello a su vez en tanto el espíritu es la “auto-conciencia” y por ende “exigencia de conocerse a sí mismo”. Está relacionada con la “libertad hegeliana” definida por el hecho de estar con uno mismo en lo otro; que no es opción pero la necesidad reconocida por la razón que ejecuta la voluntad.
El filósofo enfatiza en que no se está frente a una realidad empírica del ser humano mas al conocimiento de la esencia universal del hombre. En otras palabras, el espíritu en Hegel es una mismidad… el ser para sí. De allí que la historia abarca al espíritu humano en su totalidad, incluyendo al error.
Para el alemán, la aproximación al “conocimiento del espíritu” es una dialéctica lógica, una dialéctica de la razón pura. Tengamos en mente que en Hegel y su filosofía, I. Kant tiene una influencia primaria. Pensar no es conocer. Conocer es adentrarse en lo que las cosas son, que Kant lo cataloga como “trascendental”. Hegel va por la misma línea, pero distinguiendo la simple información que la identifica como “historia”, del concepto material, para lo cual se debe acceder al “saber absoluto”.
En función de lo expuesto, Hegel se refiere a tres estadios del espíritu: el subjetivo, el objetivo y el absoluto. Desarrollaremos estos en nuestra próxima columna.