El nuevo hombre fuerte de Egipto, el general Abdel Fatah al Sisi, explicó que la destitución del presidente Mohammad Morsi era necesaria para “preservar la democracia” y salir del estancamiento que había amenazado con polarizar al país.
Pero seis semanas después del golpe de Estado, su argumento no parece ajustarse a la realidad.
Los enfrentamientos entre el Ejército y los partidarios del depuesto Presidente terminaron en un caos y le dieron la oportunidad a las fuerzas de seguridad de restringir las libertades personales y reconstruir el aparato represivo del régimen de Hosni Mubarak, quien gobernó de 1981 hasta 2011.
De hecho, un tribunal ordenó la liberación provisoria de Mubarak y el Ejército le puso en arresto domiciliario. “El desafío más grande que afronta Egipto es el regreso de la Policía estatal”, opinó el analista Wael Eskander en una columna de la independiente revista electrónica Jadaliyya. “En concreto, la amenaza no solo implica la reconstrucción de la Policía estatal, que nunca desapareció tras la salida de Mubarak, sino el regreso implícito, cuando no abierto, de la aceptación de las prácticas represivas del aparato coercitivo”, explicó.
Cuando el Ejército reprimió el 14 de este mes una manifestación de partidarios de Morsi con municiones reales dejó por lo menos 1 000 muertos y miles más heridos en El Cairo. Otros 160 manifestantes, la mayoría miembros de la Hermandad Musulmana, el grueso de los partidarios de Morsi, murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en julio.
Las víctimas de esta última represión superaron a las de la revuelta popular de 18 días que llevó a la renuncia de Mubarak en 2011. Por lejos fue mucho más brutal esta operación de las fuerzas de seguridad para desalojar las plazas ocupadas por manifestantes pacíficos y desarmados que reclamaban la restitución de Morsi.
La organización de derechos humanos Amnistía Internacional describió la represión como “carnicería total” y criticó al gobierno interino, bajo tutela militar, por el excesivo uso de la fuerza. La violencia empleada impacta pero no sorprende, dijo el abogado de derechos humanos Negad el Borai, quien recordó la mano dura utilizada por las fuerzas de seguridad para intimidar a la oposición durante los 17 meses que gobernaron Egipto entre la salida de Mubarak y la asunción de Morsi en junio de 2012.”La última vez que el Ejército estuvo en el poder golpeó, humilló o asesinó a cualquiera que estuviera en su contra”, indicó El Borai. “Así funcionan estos tipos”, apuntó.
A pesar de la forma de operar de las Fuerzas Armadas, muchos liberales e izquierdistas apoyaron el golpe de Estado del 3 de julio porque prefieren la intervención castrense antes que un gobierno de la Hermandad Musulmana.