Hace apenas una semana se recordó el Día Mundial de la Salud Mental. El lunes 10 de octubre, EL COMERCIO publicó ciertos datos que pudieran llamar la atención (o quizás preocupar) a más de una autoridad. Entre las informaciones compartidas está, por ejemplo, que el Gobierno, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), invierte apenas el 1,2% del presupuesto sanitario en salud mental. Asimismo, se informó que solo el 4,01% de las investigaciones realizadas en el país profundizan en la salud mental.
Los datos tan solo pueden ser síntomas de la poca atención que, aparentemente, genera el estado emocional de la población. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) señala aún más razones para poner atención: “La depresión continúa ocupando la principal posición entre los trastornos mentales, y es dos veces más frecuente en mujeres que hombres. Entre el 10 y 15% de las mujeres en países industrializados y entre el 20 y 40% de las mujeres en países en desarrollo sufren de depresión durante el embarazo o el puerperio”. Sin tomar en cuenta que -dice la OPS- los trastornos de salud mental aumentan el riesgo de otras enfermedades y contribuyen a lesiones no intencionales e intencionales. De hecho, se puede abundar en razones para que los gobiernos se interesen en la salud mental, especialmente tras enfrentar la pandemia, el confinamiento y las secuelas sanitarias, sociales y económicas de los últimos dos años y medio.
¿Qué se hace por los más jóvenes? Parecería que poco. En esta misma semana que termina, los estudiantes del Colegio Montúfar de Quito denunciaron sobre problemas de inseguridad dentro del plantel; sí en el interior del establecimiento. No es irrelevante la situación y requiere de un seguimiento que va más allá de las sanciones. En primera instancia con las víctimas, porque siempre en situaciones de violencia existen emociones afectadas y más en los adolescentes. Y, en segunda instancia, con los supuestos infractores porque -según la denuncia- también son estudiantes, lo que sugiere que existen problemas de actitud que requieren atención especializada.