La desnutrición infantil en niños menores de 2 años ha crecido de modo alarmante. Un 27.2% de los niños de este grupo etario la padece. Lo peor de este dato es que la cifra ha ido in crescendo en diferentes mediciones efectuadas desde 2004 hasta 2018.
La encuesta citada es la que otorga sus valores a la estadística oficial del Instituto Ecuatoriano de Estadísticas y Censos (INEC) y desencadena una serie de preguntas graves.
Si durante años anteriores los números relativos a la pobreza y pobreza extrema en el país habían experimentado mejoría, este solo dato debiera despertar las alertas para dictar nuevas políticas públicas.
El estudio atribuye las cifras a la falta de una adecuada y suficiente lactancia. Aunque las estadísticas de las mujeres que dan de lactar muestran números favorables en el campo, algo está sucediendo.
Una de las consecuencias de la desnutrición se expresa en la talla. Durante varios años, el promedio de los ecuatorianos había ido subiendo; hoy se puede revertir esa tendencia. Pero hay aspectos importantes en los que el desarrollo y la formación integral del organismo de los niños podrían mostrar falencias.
Un tema fundamental es aquel íntimamente relacionado entre la desnutrición y el crecimiento y la capacidad de las funciones mentales.
Una verdadera política pública debe estudiar y poner en práctica todas las acciones del Estado y sobre todo de los padres y las familias para fortalecer y complementar los alimentos que reciben los niños.
Los valores proteicos se deben revisar y los equilibrios nutricionales son indispensables, pues al dato alarmante de la desnutrición antes de los dos años se añade la estadística de sobrepeso y hasta obesidad, otra forma de mala nutrición.
Todos los esfuerzos científicos, todas las políticas públicas, todas las campañas deben enfocarse en la salud y la nutrición infantil, en su crecimiento y su plena capacidad intelectual, única garantía de una mejora en la calidad de vida de los niños y que haga realidad la manida frase de que ‘son el futuro de la patria’.