En el horizonte de las próximas elecciones seguirá habiendo, al menos, 279 organizaciones políticas inscritas como partidos o movimientos.
La supresión del registro de 47 agrupaciones dictaminada por el Consejo Nacional Electoral (CNE)fue revocada por el Tribunal Contencioso, autoridad de última instancia. Diana Atamaint, presidenta del organismo del sufragio, dijo que la decisión se cumplirá inmediatamente.
Con esta puerta abierta y la opción de nuevas solicitudes, el mapa para las elecciones parlamentarias y presidenciales, sigue presentando enorme complejidad y dispersión.
No es un buen síntoma de salud democrática contar con 279 grupos políticos. No representan 279 formas de ver la vida y la organización social. La coexistencia de partidos y movimientos sin una nítida distinción en los conceptos y alcances de unos y otros no tiene coherencia ninguna.
Esa mezcla y convivencia rayana en lo absurdo no le hace bien a la democracia, confunde a los electores y propicia la abundancia de candidaturas que luego, a la hora de contar los votos, tienen apoyos magros.
El cambio para organizar la existencia de partidos y movimientos se pudo haber incluido en la reciente reforma al Código de la Democracia, que tiene aspectos positivos.
Se pudo haber establecido la denominación de partidos para las organizaciones de representación nacional y la de movimientos para las agrupaciones regionales, provinciales o locales, por ejemplo.
Asimismo, un cambio en la manera de calcular la supervivencia de esas organizaciones con un porcentaje mínimo en dos elecciones pluripersonales consecutivas, o la no presentación de candidaturas o aun sanciones más fuertes por otros incumplimientos, hubiese propiciado una depuración de esta inmensa cantidad de grupos que no muestran sino un sistema pernicioso.
A eso hay que sumar que los ciudadanos, con el dinero de nuestros impuestos, financiamos las aspiraciones, unas con un sentido nacional y otras solo de la ambición de varios grupos. Eso debiera cambiar.