La tarjeta de presentación de los años de bonanza y del exagerado gasto público del régimen que dominó la década pasada fueron sus megaobras.
Todo gobierno quiere entrar en la historia dejando obras públicas que recuerden su paso por el poder, y la época de abundantes recursos económicos como los años transcurridos entre 2007 y 2014 no fue la excepción.
Pero esas megaobras, exhibidas con pompa y relumbrón para transformar al país, hoy son motivo de análisis. Obras que empezaron pero que no concluyen, fallas en la construcción, precios iniciales que se quedaron cortos ante los costos finales y, como si todo lo relatado fuera poco, varias causas que se sustancian en los tribunales de justicia por severas presunciones de corrupción, así como algunas sentencias.
La reparación de la Refinería de Esmeraldas asombra por sus gigantes costos, ya hay procesos y sentencias en algún caso. Otra refinería ya deja la huella de la constructora Odebrecht, un fantasma que atraviesa buena parte de la obra pública y las denuncias de sobreprecios y millonarias coimas.
La Refinería del Pacífico, anunciada como proyecto emblemático, deja un acueducto y una explanada cuyas tierras se removieron a millonarios costos, mientras el discurso se lo llevó el viento.
Poliductos, refinerías, hidroeléctricas, trasvases y carreteras cifran un preocupante inventario que detalló este Diario ayer, por cuyas rémoras y presunta corrupción la historia debe pedir cuentas.