Una ciudad debe tener identidad y funcionalidad. La geografía de Quito y los nuevos aspectos de movilidad demandan tareas paralelas.
Nadie duda de la magnificencia de las montañas que rodean la ondulada meseta donde se asienta la capital. Tampoco se deben desdeñar -todo lo contrario, se deben cuidar- aquellos tesoros arquitectónicos coloniales que hacen de Quito un Patrimonio de la Humanidad.
Pero los problemas de movilidad merecen una solución integral. Hay que aprovechar el trazado del Metro, a punto de culminar, para articular todo un sistema que beneficie a sus usuarios para ahorrar tiempo. Es algo precioso para el bienestar.
Pero paralelamente a este aspecto clave, y que merece una acción urgente y profesional, la nueva idea de la concepción de centralidades, dada la estructura longitudinal de la ciudad, merece ser pensada y requiere de alianzas público-privadas concertadas bajo un plan coherente.
En esa medida, el corredor urbanístico de 43,8 kilómetros (que incluye el trazado de la línea férrea por donde circulará el Metro, 22 km.) merece una regeneración urbana. Un proyecto integral está en discusión.
Los ejes arteriales de las avenidas 10 de Agosto, Guayaquil y Pedro Vicente Maldonado deben tener nueva cara, nueva vida, cambiar aspectos que muestran tugurios, abandono.
Se plantea dar al comercio, a los proyectos habitacionales y a los espacios urbanos un nuevo impulso para recuperar esa parte de la ciudad.
Hay la propuesta de llamar a concursos para crear nuevas centralidades, grandes monumentos que representen significados estimulantes, y eso requiere de conceptos, diseño, arborización y conexiones viales técnicas y bien planificadas. Y, sobre todo, financiadas.
El Cabildo debe ser el motor que estimule y articule en su entorno a los vecinos de Quito, a las empresas y negocios y a las oficinas del sector público. Quito no merece soluciones parche. Cabe pensar la ciudad con su vocación de capitalidad, respetar su esencia y proyectar su orgullo, para bien de propios y visitantes.