Oregón fue esta vez el escenario de la masacre en un centro educativo. El más reciente episodio de este jueves es uno más de una larga lista de asesinatos masivos y refleja un drama que parece incontrolable.
Esta vez, un joven de 26 años, nacido en Inglaterra, algo solitario y amante de las armas, fue el protagonista de la muerte de nueve personas y dejó heridas a otras siete. En el tiroteo con la Policía, el propio asesino fue abatido.
Solamente en el 2015, en Estados Unidos han muerto por tiroteo 375 personas y estos actos violentos han dejado más de 1 000 heridos en una suma de 294 episodios, según BBC Mundo, que cita estadísticas de Mass Shooting Tracker.
La misma fuente consigna que desde que asumió el segundo mandato el presidente Barck Obama han ocurrido 994 tiroteos. El Presidente ha debido salir públicamente a condenar los hechos y a expresar sus condolencias hasta en 15 ocasiones.
Una comisión de la Legislatura acopia los datos de este tipo de episodios, lo que muestra la importancia, el impacto y hasta cierto punto la impotencia en un tema que se le va de las manos a la autoridad y a la sociedad toda.
En estos hechos de sangre se combinan fatalmente la enfermedad mental con la liberalidad de una sociedad que facilita la venta de armas de fuego de forma indiscriminada. La figuración que alcanzan los asesinos es alarmante.
La repetición de los tristes sucesos debe estudiarse más a fondo. Hay más preguntas que respuestas.