El tema de la seguridad es responsabilidad de todos. Es verdad que el Estado y sus instituciones han mostrado inoperancia e impotencia para afrontar el asunto. Por esa misma razón es menester que la gente ponga de su parte y extreme cuidados.
Todas las personas tenemos nuestras obligaciones en materia de seguridad y, por supuesto, no se trata de atrincherarse con armas ni de solapar una toma de justicia por mano propia, que es ilegal y contraria a las reglas que nos impone la vida en sociedad.
El impresionante azote de la delincuencia que no soluciona el Gobierno no es invento de una prensa que simplemente la registra e informa, al dar cuenta de la realidad.
Ante ello le corresponde a cada persona tomar medidas en su entorno. No hacer uso de teléfonos celulares en la calle que pueden ser rápidamente arranchados por los delincuentes. Cuidar las pertenencias tales como carteras o maletines que sugieren el transporte de computadoras. Esperar la llegada de los taxis a buen recaudo; observar medidas mínimas de seguridad al salir o llegar a la casa; evitar sitios peligrosos; no conducir en estado de embriaguez, entre otras medidas.
Asimismo, las recomendaciones para asegurar las viviendas, tener a mano teléfonos de emergencia y hacer encargo de vigilancia a los vecinos sirven de mucho.
Bien haría el Estado en promover en los medios que maneja y controla campañas cívicas de protección ciudadana que estimulen estas precauciones, en vez de utilizar medios y recursos públicos en denostar a los críticos y emplearlos como aparato de propaganda.
La respuesta preventiva, talentosa y prudente de la gente es muy valiosa para enfrentar la inseguridad como lo que es: un problema de todos.