Con motivo del cambio de mando de la cúpula de las Fuerzas Armadas, el Jefe de Estado comprometió a la institución militar en el control del orden interno.
Las nuevas autoridades uniformadas ratificaron su voluntad para operar, pero el nuevo ministro de Defensa, Miguel Carvajal, con buen criterio, advierte que este proceso demanda preparación.
La realidad, que durante tanto tiempo fue minimizada desde el poder político, es que el país ha visto con preocupación que la inseguridad, la delincuencia y el uso de la violencia para cometer los actos ilegales han crecido en intensidad. Así lo observó el relator de las Naciones Unidas, Philip Alston. Capturas millonarias de droga, sicariato, capos mafiosos apresados, innegables vínculos de estos con bandas internacionales de crimen organizado dan fe de esta triste realidad. Durante mucho tiempo el poder atribuyó a las publicaciones de la prensa la percepción de inseguridad. Ahora el propio Presidente admite la gravedad del asunto y busca el respaldo de las Fuerzas Armadas.
Hay todo un debate sobre la materia. Varios ex altos mandos observan que la Constitución determina que los militares deben preservar la soberanía nacional y cuidar la integridad territorial. Hoy se menciona el soporte a las tareas internas que por lógica corresponden a la Policía.
La voluntad política ya ha sido expresada, pero la advertencia sobre la preparación de los soldados es importante. No están listos para responder a temas de seguridad interna, respetar en la tarea los derechos humanos y mantenerse al margen del riesgo de contaminación en actos de corrupción. Si no se toman en cuenta los riesgos de la decisión, se repetirán los resultados del pasado.