La verdad que, como ciudadana común y corriente, me ha surgido una especie de mezcla de indignación, curiosidad e impotencia al observar la persecución del presidente Correa a la prensa y aún más, las sentencias que están dándose, del modo más ilógico, antiético y malvado, al condenar a los periodistas a que paguen millonadas de dólares, como es el caso del señor Palacio de El Universo, o de los personeros de ese mismo periódico, o a los señores que escribieron El Gran Hermano, a pagar un millón de dólares. Si se llegan a concretar estos pagos (sin tomar en cuenta la cruel decisión judicial de la prisión) en el caso del señor Palacio o de los autores de El Gran Hermano el ‘donarle’ al Presidente del país algunos millones de dólares esas personas quedarían ‘en la calle’, quizá declarados luego insolventes, y para satisfacer todo el pago (para enriquecer más a ‘nuestro’ jefe de Estado y convertirle en más pelucón u oligarca de lo que ya es), deberían pagar los herederos de esas personas deudoras; quizá también se quedarían en la miseria sus hijos, nietos, biznietos (en especial del señor Palacio). Qué infamia no pensar en el mal que se estaría ocasionando a varias generaciones que deberían vivir quizá de la mendicidad, de efectuar labores menesterosas y sin ninguna luz en sus vidas, por la infamia de un mandatario glotón, vanidoso, egoísta y malvado y de los jueces timoratos, adulones y por cierto pletóricos de mala fe y poca formación en el Derecho y la Justicia. Así están estos tiempos; ya nadie protesta (bien podría decirse que campea hoy la inmoralidad, la injusticia, la demagogia). Así nos gusta vivir.