Para millones de personas, el modo de vida ha cambiado sustancialmente por obra del covid-19.
Sin perder de vista que lo esencial es la salud y la vida, inmensos conglomerados humanos viven una situación desconocida.
Quienes han sufrido situaciones de guerra lo saben. La historia alecciona sobre los temas duros de las pandemias y sus consecuencias.
En un mundo cada vez más interconectado e interdependiente la avalancha informativa es un tema. Crucial es estar muy bien informados y hacerlo con criterio selectivo.
Informaciones de medios serios, fuentes oficiales y desechar los rumores que corren, muchas veces con mala intención, por las redes sociales, es una idea clave a esta hora.
Sobrellevar la preocupación mundial es clave para afrontar el estrés y la inestabilidad que cambia rutinas.
El encierro y la convivencia familiar a todas horas no siempre son fáciles. Hay que vencer el pánico, el miedo a lo nuevo y a lo desconocido, saber que todo pasará y que hay que empezar a caminar hacia la resiliencia y el restablecimiento emocional y del tejido social puesto en duda.
Lo primero es tener claridad en hacer rutinas nuevas; destinar su tiempo al trabajo, dar espacios para la información certera y de calidad.
Luego saber cómo administrar las tareas con los hijos para que el aprendizaje no decaiga. Más allá de ello el juego, el entretenimiento familiar pueden hallar espacio sano y nuevo.
Lecturas, música, buenas películas y ejercicios físicos son buenas ideas.
Evitar el consumo de licor, fumar menos o dejar el tabaco de modo definitivo y comer sano. Sin excesos.
Los estados, preocupados hoy de la salud pública, no deben descuidar el acompañamiento de la salud emocional y la contención de la ansiedad.
Muchas personas pueden tener un ser querido o conocido contagiado y hasta una víctima cercana.
Es una situación distinta, pero es la oportunidad de formarnos y fortalecernos espiritualmente; como sociedad, prepararnos para el mañana con esperanza de futuro. Tiempo de cambio. Calma y reflexión profunda.