La condición humana ha sido una constante entre luchar, levantarse y salir adelante frente a las adversidades.
Así lo ilustra la historia, la mejor lección ajena que se complementa con la experiencia vivida. Ecuador, como buena parte del planeta, afronta una crisis socioeconómica que no tiene precedentes y que se acompaña de un cambio paradigmático.
Un millón de personas suma el desempleo; además de quienes perdieron sus plazas de trabajo en la pandemia, ahora hay más informales.
Por eso es indispensable repensar el presente y el futuro. Muchas actividades que la gente hacía antes del covid han perdido su valor o simplemente no volverán a hacerse.
Los rubros más castigados tienen que ver con el transporte, el comercio y el turismo. Pasará un buen tiempo para que el transporte de pasajeros vuelva a estándares anteriores.
La gente deja de comprar artículos que no sean indispensables. Medicinas, alimentos y aparatos tecnológicos se vuelven prioritarios.
El consumo de otros luce menos urgente, pero atrás de esas actividades rezagadas o reemplazadas van quedando en la calle miles de seres.
La gastronomía y el negocio de restaurantes sufre golpes severos. Los hoteles siguen cerrados en muchos casos y algunos han tenido que dejar la actividad para siempre.
Ahora los universitarios con títulos y maestrías no encuentran trabajo y deben ingeniarse para conseguir dinero para su diaria subsistencia.
La reinvención es la salida. El emprendimiento personal, aun cuando sea en actividades diversas a aquellas para las que las personas se prepararon, cobra sentido. Es el camino.
Es importante, en esa línea, que el Estado desarrolle, ojalá con empréstitos internacionales y con ayudas, líneas de crédito a tasas blandas.
La banca privada debe hacer un esfuerzo por estimular al aparato productivo. Igualmente la gran empresa que sigue generando plazas de trabajo abundantes, claro.
Pero se debe apoyar a los que empiezan, pues son el motor del mañana y de ellos dependerá que nos levantemos o nos hundamos.