La noticia denota la magnitud de una crisis que no se pudo advertir y que no se conjura en un país modelo de la economía sudamericana: Chile.
Dos importantes cumbres mundiales programadas para noviembre y diciembre han sido suspendidas. El presidente Sebastián Piñera anunció su dolor por la decisión adoptada.
La Cumbre Asia Pacífico (APEC) era una continuación de los sistemas de cooperación y comercio que unen a varios países americanos con otros del Lejano Oriente. La Cumbre Cop25 es la instancia de lucha planetaria contra el cambio climático.
Pero la temperatura en Chile está marcada por dos semanas de protestas consecutivas que se desbordaron.
Todo empezó con la pretendida alza de 12 centavos de dólar en el pasaje del metro. La violencia y la toma de varias estaciones, seguidas del vandalismo, incendios y destrucción en más de una veintena de estaciones y daños millonarios reventaron el sistema que diariamente transporta a más de dos millones de personas.
Como siempre, los más pobres y los vecinos de las comunas y barriadas más alejadas pagan el precio: horas de colas, viajes interminables.
Pero todo se salió de madre. Protestas, marchas, saqueos se multiplicaron no solo en la capital, Santiago, sino en varias ciudades y caminos de la larga geografía del país austral.
Una ira contenida que mostraba que las bondades del sistema tenido como modélico de crecimiento económico en Sudamérica no alcanzaban a llenar las expectativas de las clases medias y pobres, de los estudiantes y desocupados.
Legislación urgente, cambio de gabinete, represión como respuesta a la violencia de los manifestantes muestran que, al menos por ahora, un giro político luce insuficiente.
La idea de una Constituyente para darle otra forma a las nuevas visiones sociales y políticas puede servir para modificar el sistema político concertado para salir de la dictadura de Augusto Pinochet.
Mientras una solución se decanta, Chile sigue en zozobra social. Y la caída de la bolsa y el riesgo país muestran otros amargos resultados.