Es complejo entender lo que pasa en Chile. El domingo pasado ganó las elecciones para consejeros constituyentes la ultraderecha. El Partido Republicano se convirtió en la mayor fuerza política que redactará la segunda propuesta de una nueva Constitución.
Es difícil de entender este giro de Chile. La idea de modificar la Constitución que dejó el exdictador Augusto Pinochet nació de las movilizaciones de octubre del 2019. Estas movilizaciones se denominaron “estallido“.
Protestaban en contra de las asimetrías, la enorme brecha entre los que más tienen y los que menos tienen. Eran tantas las demandas que los acuerdos políticos resultaban insuficientes.
Solo un cambio a la Carta Política podría pacificar el país. En las elecciones para la Convención Constitucional ganó ampliamente la izquierda y llegaba a La Moneda un joven de izquierda, Gabriel Boric, alguien que se había destacado en las movilizaciones de los universitarios del 2011.
La derecha arañaba el 20% de la representación en una Convención Constitucional.La nueva Carta Política propuesta por las organizaciones de izquierda despertaron las alarmas.
Los chilenos tampoco quierían perder del todo el sendero de la estabilidad económica y la convivencia democrática.
La población no aprobó la propuesta y hubo que generar otro proceso. El domingo 7 de mayo ganó la ultraderecha. El líder republicano, José Antonio Kast, arrancó su discurso tras la victoria con un panorama sombrío. “No hay nada que celebrar porque Chile está mal”, dijo.
Kast habló de la unidad por el bien de Chile y evitar el sectarismo político que, sostuvo, ejerce la izquierda y criticó al Gobierno y la crisis de inseguridad, la migración ilegal, la crisis económica, entre otros.
Chile se ha pronunciado. Es el respeto a la voz expresada a través de las urnas un valor democrático.