Una canción popular habla de Esmeraldas como edén tropical. No es para menos. La provincia verde tiene atributos espectaculares en recursos (playas, selvas, petróleo, minas, biodiversidad) y en cultura (afro, indígena). Es además punto estratégico por condición de frontera y puerto de aguas profundas.
Hoy destaca penosamente por la miseria y la violencia. La semana pasada fue escenario de la masacre de 9 pescadores. Disputa entre bandas extorsionadoras. Superaron a policías y militares. Para colmo, uno de los líderes capturados -Elbi- fue liberado enseguida por un juez de Quinindé.
La violencia se desborda. Si antes sorprendieron las decapitaciones, hoy lo hacen explosiones, extorsiones y secuestros. Operan más de 10 bandas; Los Tiguerones, con casi 8 mil miembros, es la más fuerte. Sincronizan con grupos de Guayaquil, Colombia, México…Tasa de homicidios, 63 por cada 100.000. El edén se desangra.
No es nuevo advertir la correlación entre violencia y miseria. Esmeraldas muestra deprimentes indicadores sociales. La situación del empleo, educación, salud, reclutamiento de niños para el crimen, negocios cerrados, desplome del turismo, está entre las más graves del Ecuador. 5 de cada 10 son pobres; 4 de cada 10 viven en pobreza extrema.
La violencia completa la marginación. Con un sello particular: el abandono, la ausencia de estado en varias zonas, el estado paralelo de bandas delictivas que imponen las reglas y ganan adeptos. Las medidas reactivas y momentáneas no detienen la caída. Estados de excepción, toques de queda, incursiones de FA, duran un suspiro.
El problema es complejo y fortalecer el aparato punitivo no es suficiente. No toca las raíces. Alternativa: un plan integral totalizador. Integral porque involucra a todos (ministerios, gads, ong, iglesia, empresa, frentes civiles). Integral porque actúa en todas las áreas: empleo, educación, salud, seguridad, cultura… Hemos recibido tanto de Esmeraldas, especialmente los quiteños, que merece nuestro apoyo incondicional.