Salvo contadas excepciones, ser rico en este país resulta cada vez mejor negocio.
En medio de la vorágine de restricciones, al ciudadano promedio no le toca más que agachar la cabeza. Si el trago está más caro, salado cholito. Si le gusta gastarse su plata en cosméticos importados, nada que hacer. Si compra otros bienes importados -electrodomésticos, teléfonos celulares, ropa, lo que sea-, tiene que pagar el Impuesto a la Salida de Divisas (ISD), aunque no lo haga de manera explícita. El rico, por el contrario, puede esquivar en gran medida estos tributos y restricciones comprando en el extranjero.
El ISD es un caso revelador de cómo una medida adoptada y endurecida durante este Gobierno golpea más a los que menos tienen. El pobre, que no puede viajar al extranjero, tiene que asumir el impuesto. El que puede salir del país haciendo un esfuerzo, logra librarse del ISD si es que lleva efectivo, lo cual -sin embargo- lo expone más a la delincuencia. En tanto, el rico en toda regla compra fuera del país con una tarjeta de crédito del extranjero: ni paga el impuesto ni sufre los efectos secundarios del mismo.
En el ámbito empresarial, el Gobierno dispuso que no se devolviera el anticipo del Impuesto a la Renta a las sociedades que no tuvieran utilidades, lo cual perjudica más a las empresas emergentes o en aprietos. Por su parte, las recientes restricciones a las importaciones favorecen a grandes empresas -como aquellas que operan en las industrias de los cosméticos, las cerámicas o los juguetes-, al permitirles gozar de menos competencia, mientras dificultan más el trabajo de medianas y pequeñas, dado que estas no disponen de amplios recursos financieros o laborales para adaptarse y cumplir fácilmente con los nuevos requisitos para importar.
En materia asistencial, a pesar de que el subsidio a los combustibles otorga más recursos públicos a los ricos que a los pobres, el Gobierno no ha hecho nada al respecto. Y ahora, con las becas para estudiar en el extranjero, ¿quién recibe más dinero del Estado: el ciudadano pobre o el de clase media para arriba, que tiene una buena preparación y habla otros idiomas?
La lista es larga. ¿Quién tiene mayor probabilidad de ser contratista o proveedor de las grandes obras viales y de infraestructura, de comprar con descuento los bonos que los maestros reciben como jubilación, de obtener un crédito cuando se fijan tasas de interés máximas o de no tener que hacer maromas para conseguir cupos para la matriculación escolar?
No se trata de que los ricos se vuelvan pobres, sino de que el Estado facilite la vida de todos los ciudadanos, en particular la de los más desamparados. Pero el exceso de restricciones y normas perjudica primero a los que menos tienen y el acaparamiento del poder permite vulnerar con mayor facilidad los derechos de los más indefensos.