En medio de esta crisis turbulenta, hacer más olas puede llevarnos a un tsunami económico incontrolable y prolongado. Nada es más dañino que empeorar las expectativas por “falla humana”, particularmente cuando se trata de afectaciones muy delicadas como es el cuidado del dinero de la población. Los efectos de dos años de decrecimiento de una economía débil requiere de serenidad y responsabilidad de toda la sociedad ecuatoriana a fin de no exacerbar la incertidumbre que vivimos, en medio de una campaña electoral que aumenta la inestabilidad y la discordia, con su demagogia cínica y recurrente.
Serenidad para darse cuenta de que los tiempos no son propicios para tomar medidas que impactan en el bolsillo grande, mediano o pequeño de las personas. Responsabilidad para no subordinar a los propósitos electorales toda la conducción económica, sin pensar profundamente en las consecuencias de una crisis que puede ser controlable si se disminuye con criterio social el gasto del gobierno.
Disponer normas sobre la liquidez de los bancos privados sin explicar claramente sobre las razones de estado ni los objetivos específicos ha llevado a un enfrentamiento peligroso con los dueños de los bancos privados, considerando que los depositantes recordamos claramente la crisis bancaria de fin de siglo. Por eso el gobierno debe expresar enfáticamente que no topará los depósitos que los ecuatorianos tienen en los bancos.
Obligar al uso del dinero electrónico es muy impopular y luego cambiar de criterio da la sensación de confusión e incompetencia en el manejo de la economía política del país.
Disponer que los ecuatorianos trabajemos menos cuando debemos trabajar más es contraproducente al bien común, porque debemos acrecentar nuestra competitividad para compensar con mayor productividad la carencia de 7000 millones de dólares anuales que no ingresan a la economía nacional. Los países que están en los primeros lugares de productividad en el mundo son los que trabajan más tiempo con destrezas modernas de producción.
No obstante su lógica redistributiva, imponer un proyecto de ley de plusvalía para recaudar después de 5 años no es oportuno ni conveniente, pues va en vía contraria a la necesidad urgente de fomentar las inversiones para combatir el desempleo que debe ser prioridad absoluta para que la gente pobre no sufra más los rigores de la crisis. Aquí cabe decir “no me ayudes compadre”.
Finalmente hay que considerar que el 2017 será peor que el año que termina, con más dificultades para mejorar la competitividad productiva del Ecuador debido a un dólar más fuerte por el alza de la tasa de interés dispuesta por la autoridad monetaria de los Estados Unidos y por la política capitalista salvaje que impondrá Donald Trump, lo que empujará a la baja al precio del petróleo y encarecerá el valor de la deuda externa.
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