Cada vez más ecuatorianos estamos adormecidos, pasmados, felices: entontecidos. Vemos los toros de lejos. No nos interesa comprometernos con nada. Nos refugiamos en nuestro individualismo. Se cae el mundo, que ese no es nuestro problema. Hasta el fútbol deja de suscitar pasiones, peor aún la política. Importa poco o casi nada quienes estén de candidatos a las alcaldías, por lo que muchas reelecciones están aseguradas.
La sociedad ecuatoriana está vaciándose de política. Hay menos ciudadanos críticos y comprometidos que ejercen sus derechos y responsabilidades. Aumentan los sumisos, unos con miedo, otros contentos. No es adormecimiento triste, es una ebriedad dulce. Una burbuja con muchos cómodos y felices con el modelo.
¿Cómo llegamos a esto? Múltiples factores que se nutren de los altos precios del petróleo se han conjugado para repotenciar algunos viejos aspectos de nuestra cultura, economía y política .
La inundación de bonos y subsidios a favor de todas las clases sociales ha reforzado no solo el asistencialismo y el paternalismo, esa incapacidad de esperar todo del papá Estado, sino que ha apuntalado el clientelismo, transacción de fidelidades y dependencia de los favores del poder y, el consumismo, falsa sensación de bienestar generada por el ingreso al mercado .
El consumismo es una borrachera de todos (Ej. El número de líneas de celulares supera el número de habitantes del país). No solo están mareados los pobres, sino ciertos sectores de la clase media y pelucones que vía empleo en el aparato estatal o de contratos con el Estado han dispuesto de circulante capaz de mitigar cualquier angustia social, desencanto político, en los viejos o nuevos mall o en Miami o en los restaurantes quiteños que están a reventar con la joven tecnoburocracia.
Las necesidades de subsistencia cubiertas por estupendos sueldos estatales, oropel y por carros a la puerta han eclipsado a exdirigentes sociales, indígenas y de ONG y a exizquierdistas, exguerrilleros, exfeministas o exambientalistas otrora austeros y radicales.
El efecto de los juicios a periodistas críticos, las sanciones a los estudiantes del Central Técnico y la condena a prisión a dirigentes sociales han generado miedo en todos y producido un efecto paralizante en los movimientos estudiantil, docente y social. El embotamiento se ha incrementado debido al bombardeo mediático oficial y a la multitud de trabas en el sistema político para partidos y movimientos no afines al poder.
Hoy la sociedad es agua en calma, casi estancada de la que brotarán enfermedad y violencia. Pero es agua represada en la que todavía hay vida. Es agua que se acumula. Si no se la canaliza, la represa se partirá en mil pedazos. La pasividad no es eterna. Algún momento la modorra y el miedo se acaban. Cuando se acabe, los costos serán muy altos .