Tomó por sorpresa la resolución de Cristina Fernández de presentarse como candidata a vicepresidenta en fórmula con Alberto Fernández, ex jefe del gabinete ministerial en el gobierno de Néstor Kirchner y de ella misma. ¿Qué le llevó a renunciar al primer puesto y consolarse con el segundo, en la lucha por recobrar el poder? La explicación más convincente me parece la dada por Jaime Durán Barba: Cristina supuso que iba a perder; es impensable que un candidato renuncie si se halla seguro de su triunfo.
Creo que dos señales avalan el razonamiento: la primera, el que la ex mandataria reconozca que ella divide y que requiere alguien que una a los electores; para desempeñar ese papel ha elegido al candidato presidencial. La segunda señal es que Cristina anuncie al ungido como candidato a primer mandatario. Es una forma de marcar territorio y anticipar quién tendrá la sartén por el mango del poder.
Más allá del oportunismo político, pesa la razón pragmática para simular una renuncia al estrellato: la vicepresidenta de la República preside el Senado. Con el triunfo, mantendría el blindaje de la inmunidad en los juicios que enfrenta por los escándalos de corrupción. La condición de senadora le ha librado de la prisión preventiva. Durán, el principal asesor de Mauricio Macri, observa un detalle clave: para ser candidata a la presidencia debe renunciar a la senaduría; si corre para vicepresidenta, no debe dar ese riesgoso paso.
Días después del anunció, la ex presidenta argentina, actual senadora y candidata a segunda mandataria se sentó por primera vez en el banquillo ante un tribunal de justicia acusada de asociación ilícita para conceder millonarias obras públicas.
A pesar de las evidencias del descomunal enriquecimiento injustificado de los Kirchner, los cuadernos de la corrupción y los escándalos que han afectado al fallecido Néstor, a Cristina, sus hijos y los cercanos colaboradores, ¿cómo explicar que se mantenga en la palestra pública, le aclamen miles de seguidores y tenga la desvergüenza de presentarse a nuevas elecciones?
¿Importa en América Latina que los mandatarios se encuentren envueltos en escándalos de corrupción? ¿O la supuesta filiación de izquierda les exonera de culpa y convierte las evidencias de coimas y sobornos en persecución política?
El anuncio de Cristina trajo cola en nuestro país: Rafael Correa quiere imitarla. Desde el ático belga, declaró que aspira a que se celebren elecciones anticipadas en el Ecuador y que podría ser candidato a vicepresidente; y para el primer puesto, una persona no tan cercana a su grupo político. Sin embargo, el ex presidente olvida que es prófugo de la justicia y pesan contra él una orden de prisión y otros procesos en curso; y que la ambición de elecciones anticipadas es un simple deseo.