Saltan a la vista las graves fallas del presidente Donald Trump en el manejo de la crisis por el coronavirus, como restar importancia a la amenaza de la pandemia y la magnitud de los daños y, por consiguiente, no adoptar medidas tempranas para evitar su propagación vertiginosa. Si bien después trató de endilgar responsabilidades a la OMS y hasta la sancionó con la suspensión del aporte económico de su país, los resultados catastróficos son indicio de esas fallas.
Estados Unidos tiene el mayor número de contagiados en el mundo: más de 1´300 000; y el de muertos se acerca a 80 000. Es el epicentro del virus temible, que ha golpeado con la mayor dureza a las grupos afroamericanos y latinos.
Barack Obama calificó ese manejo presidencial como “un desastre caótico total” y anunció su activa participación en la campaña de Joe Biden para la presidencia. “Esta próxima elección es tan importante porque no vamos a estar batallando solo contra un individuo concreto o contra un partido político. Luchamos contra esas tendencias de largo plazo en las cuales ser egoísta, ser tribal, dividir y ver a los otros como enemigos se ha convertido en un fuerte impulso en la vida estadounidense”, señaló. Es una crítica durísima y de fondo a la política del mandatario republicano.
Encuestas recientes muestran una baja de la popularidad presidencial de cara a las elecciones de noviembre. Para el talante del millonario será difícil dar crédito a los resultados de sondeos en los que Biden aparece por encima de él en la intención de voto. A fines de abril se cuentan 20,5 millones de personas que perdieron su empleo. Con recesión económica y el alto número de contagios y muertes por el covid-19, resulta imposible que no quede mal parada la popularidad del gobernante.
La factura del manejo de la crisis amenaza la reelección de Trump. Aunque prometa que todos aquellos trabajos volverán, parece improbable que retorne la confianza en su administración. Está por verse si los cheques de USD 1 200 que llegan a millones de trabajadores con menores ingresos, como parte del billonario paquete de estímulo económico, serán suficientes para revertir el descenso en la intención del voto. Y si se produce un rebrote de contagios con el proceso de regreso a la normalidad, será mucho más difícil la reactivación económica.
La frase que echó a rodar un estratega en la campaña presidencial del demócrata Bill Clinton en 1992, que entonces venció al presidente George Bush padre – “Es la economía, estúpido”- podría recobrar actualidad para cerrar también las puertas de un segundo mandato a Trump y promover un cambio de esas tendencias de largo plazo en las cuales ser egoísta, tribal, dividir y ver a los otros como enemigos se ha convertido, como afirma Obama, en un fuerte impulso de la vida estadounidense.