Que el presidente Lenín Moreno dialogue con los representantes de los partidos y grupos políticos que perdieron las elecciones a mí me deja frío sin llegar a la rigidez cadavérica, tanto es así que estoy escribiendo este artículo de opinión.
Durante la campaña electoral los candidatos manifestaron sus puntos de vista, y hasta sus convicciones, sobre los temas considerados como prioritarios. Los medios de comunicación abrieron de par en par sus puertas, sus espacios, para que tales opiniones llegaran con fidelidad a todos los sectores de la sociedad. Elecciones cruciales las últimas: diez años de un gobierno que estaba convencido que sin desarrollo no hay revolución, enfrentado a los poderes fácticos tradicionales, realizando obras que nos permitirían salir del pantano de la africanización al que habíamos llegado, aguantando una crisis económica que no la habíamos provocado, un Presidente de ego muy sensible que se fue volviendo autoritario en la medida en la que la oposición se volvía más agresiva, con o sin razones.
Desde luego que Ecuador no es Francia, país de instituciones sólidas, en donde las políticas de Estado no se hallan a la espera de golpes de timón, excepto en el campo internacional en el que las nuevas realidades demandan decisiones que inclusive pueden cambiar el curso de la historia. Al nuevo presidente de Francia, señor Macron, no le veo dialogando con los separatistas vascos ni con la ultraderechista señora Le Pen sobre los derechos civiles, o con los pocos que luchan por la vigencia del provenzano, lengua románica que se hablaba en el Sur de Francia. Al presidente de Francia le corresponde dialogar con los presidentes de los otros países; puede y debe convocar a los representantes de la oposición en situaciones que impliquen peligros para el país. Es en la Asamblea Nacional en donde se discuten otros temas.
Aterrizando. Se impone el diálogo entre el presidente Moreno y los sabios economistas de la oposición sobre la grave situación económica del país. Y nada más. De ahí a que se arme un diálogo con Cynthia Viteri sobre las drogas, me parece inútil. O con los representantes de la CONAIE sobre un local que al presente no es propiedad de tal organización.
Los grandes logros del gobierno de Rafael Correa no pueden ser sujeto de diálogos que dinamiten los propósitos que los animaron. Concretamente los cambios realizados en el campo educativo en todos sus niveles o esa suerte de unidad operativa entre la educación superior y el desarrollo científico y tecnológico. Que el caso de Yachay Tech fue un sueño, lo que corresponde es llevarlo a la realidad por quienes en el gobierno si saben lo que hay que hacer. Con los que no se puede dialogar es con los de la oposición que se los ve empeñados en que ese inmenso espacio, la Ciudad del Conocimiento, produzca papas.