Ecuador es un país de santos inocentes, nunca se encuentra un culpable de nada; si se encuentra algún culpable, no paga la culpa; y si paga la culpa, vuelve por las mismas, más astuto que antes. Los condenados por nuestros jueces gozan de la fama de los perseguidos políticos y exigirán reparación como víctimas de law fare.
Cuando un envío de droga llegó a Italia, procedente de Ecuador en la valija diplomática, la justicia italiana apresó algunos sospechosos; en Ecuador atribuímos a la diplomacia uno de nuestros típicos gracejos: “Italia ya tiene a los culpables, nosotros tenemos a los inocentes”.
Cuando ocurre algún remezón como el del caso “metástasis”, parece una inocentada, aunque el cuerpo enfermo con el cáncer de la corrupción sea la sociedad entera y haya llegado a un estado terminal. En la Fiscalía parece haber un perito para bautizar los casos; debe ser un especialista en humor negro, un depravado o un pesimista contumaz.
Luce como inocentada que el presidente-campana haya conocido con anticipación y prevenido a las “víctimas” de los operativos de Fiscalía. Otra inocentada el decreto del presidente en contra de la vicepresidente, envuelto en papel de regalo navideño, para negarle la “seguridad y protección” mientras no esté prestando funciones en Ecuador.
Inocentada parece la declaración de apoyo a la lucha de la Fiscal en contra de la corrupción al mismo tiempo que se inicia el juicio político en una Asamblea Nacional atiborrada de inocentes. Otra inocentada la feliz estancia del exvicepresidente como huésped en la embajada de México mientras se proclama la inocencia del gobierno, los jueces, los fiscales y la diplomacia.
Inocentadas deben ser el debate sobre periodismo de inmersión y la equivocada amistad de un periodista con el narcotraficante que se murió dos veces y ahora asusta a los vivos. Constitucionalistas, periodistas y políticos toman partido con argumentos simplones. El debate más importante es con uno mismo para evitar errores garrafales.