Supongo que hay muchas maneras de hacer consultas populares. Algunas buenas y algunas malas. El referéndum inglés del 5 de mayo es un ejemplo de cómo sí se deben hacer las cosas.
El referéndum consultó a los votantes británicos si querían cambiar el sistema de elección de los miembros de su Parlamento. Cabe resaltar que ellos tienen el sistema más sencillo del mundo: dividen al país en 650 distritos electorales y en cada uno eligen al candidato más votado. Y punto.
El sistema es extremadamente sencillo, pero puede llegar a ser injusto porque favorece a partidos que tienen su votación geográficamente concentrada, en detrimento de los que tienen electores repartidos por el país. Por ejemplo, los conservadores, que tienen muchos votantes concentrados en el sur del país, tuvieron sólo el 36% de los votos, pero recibieron el 47% de los parlamentarios. Los laboristas, que tienen muchos votos en Escocia, con únicamente el 29% de los votos recibieron el 40% del Parlamento. Pero los liberales, que tienen a sus votantes bastante diseminados por las ciudades y campiñas británicas, a pesar de recibir el 23% de los votos, sólo tienen el 9% de los parlamentarios.
Por presión de los liberales, el 5 de mayo se realizó un referéndum para cambiar el sistema de elección del Parlamento por uno que respete más a las minorías conocido como el “sistema alternativo” que fue discutido y difundido por varios meses.
El referéndum tuvo una sola pregunta, muy clara y sin ningún sesgo a favor o en contra de las dos opciones. La pregunta decía, literalmente: “En la elección de la Cámara de los Comunes, el Reino Unido usa el sistema de ‘elegir al más votado’. ¿Se lo debería cambiar por el ‘sistema alternativo’?”.
El Gobierno no gastó ni un centavo promoviendo el Sí o el No; el Primer Ministro hizo una discreta campaña por el No mientras que el Viceprimer Ministro hizo algo similar por el Sí. La verdadera pelea la dieron los partidos políticos. Los conservadores ofrecieron una dura batalla por el No, mientras que los liberales pelearon con todo lo que pudieron por el Sí.
No hubo ‘exit polls’.
El 7 de mayo, muy por la mañana, cuando habían pasado escasas 36 horas del cierre de las urnas, se anunció oficialmente el contundente triunfo del No con un 67,9% de los votos totales. Eso significa que con absoluta legitimidad, el sistema de votación de los ingleses (tan simple pero algo injusto) se mantendrá sin cambios. Nadie lo discute porque es el resultado de una votación limpia, clara y con más de la mitad de los votantes apoyando esa opción. Y nadie va a querer cambiarlo en, digamos, 50 años.
No se gastó dinero del Gobierno en campaña, no se metió gente a la cárcel ni se atacó a campeones olímpicos por expresar su preferencia electoral. Y ni la Reina ni el Primer Ministro bailaron festejando el triunfo.