La asonada ocurrida en Brasilia el 8 de enero del 2023, fue un llamado de atención. Y ello, porque la democracia está asediada.
Los autoritarismos en Cuba, Nicaragua, El Salvador, Venezuela y Haití aumentan la represión, y en el último pareciera que la inviabilidad se ha asentado. Sin olvidar que existen otros países calificados como democracias imperfectas con regímenes híbridos.
Las perspectivas para la democracia no son buenas. En Cuba y Nicaragua no se observa voluntad siquiera para una transición. En Haití el desafío pasa por reducir los altos niveles de violencia y estabilizar la situación y asi realizar las tan postergadas elecciones.
Venezuela ha retomado las negociaciones con la oposición, para buscar una salida democrática. En El Salvador continuará el autoritarismo de Bukele quien buscará su reelección en el 2024, lo cual es inconstitucional.
En Bolivia encontramos inconvenientes desde las elecciones de 2019. Allí, el gobierno acumula más poder, la justicia está cooptada y la tensión al interior del oficialismo es creciente.
MORENA (Partido gobernante en México) buscará seguir en el poder, mientras hay una creciente militarización de la seguridad, y los opositores al gobierno son acosados. En Perú la pregunta es si la presidenta Boluarte logrará estabilizar la situación o la crisis política se agravará, hasta hacerla renunciar.
Debemos monitorear las tres elecciones presidenciales de este año en Paraguay, Guatemala y Argentina porque la tensión aumentará, no descartándose que haya denuncias de fraude.
A pesar de lo descrito hay situaciones alentadoras, como ocurrió, con el desenlace en Brasil. Ello nos llama a actuar con sentido de urgencia, para defender, proteger y fortalecer la democracia.
Habrá que renegociar el contrato social e incentivar las alianzas con el sector privado, para satisfacer los requerimientos de la población. La amenaza es real. No hay tiempo que perder.