Rodrigo Albuja Chaves

La Democracia en crisis

El execrable asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio golpea al país moralmente. El panorama nacional por el lado que se lo mire se torna más complejo: crisis en materia de seguridad, violencia, crisis de Estado, descomposición del tejido social.

El magnicidio ha dado lugar a que el país redimensione la acción de las mafias del narcotráfico, y los nexos entre el negocio de la droga con los intereses de mafias locales y sus  enclaves en los medios políticos.

El negocio de la droga tiene su explicación en el funcionamiento de la economía mundial: la economía capitalista se sustenta en el volumen de la demanda antes que en el nivel de la oferta. La realidad demuestra que la producción de bienes y servicios tiene sentido únicamente si existe la posibilidad de colocarlos en el mercado. Esta lógica operativa se cumple también  para el narcotráfico.  Sin embargo, la guerra contra las drogas naturales se libra en países andinos y no en sus verdaderos santuarios del consumo, que se encuentran en los países ricos; la explicación se puede encontrar en la necesidad de preservar los altos precios de las drogas restringiendo la oferta.

La lógica del negocio de alta rentabilidad tiene sus repercusiones en  la presencia  de la violencia a gran nivel en el país, por el control de los mercados. Y la vacilante política nacional de eliminación del narcotráfico contribuye finalmente a la bonanza del negocio de las armas.

En el fragor de la campaña política, las denuncias enarboladas por el candidato Fernando Villavicencio tenían que significar un peligro para la maraña de redes que enlazan los negocios corruptos  de políticos involucrados en actividades ilícitas. Con ello, nuestra singular democracia se fracturó aún más.

El Estado está institucionalmente destruido. La unidad nacional es necesaria. Más allá de las posturas políticas hay que comenzar a reconstruir los elementos básicos de la institucionalidad, cuyo desmantelamiento viene operando desde los gobiernos anteriores y el actual. Sus consecuencias han agravado las condiciones de vida y han dado fin a la sociedad considerada hasta hace poco tiempo como una isla de paz, pese al acoso de los problemas económicos. 

La política debe ser siempre pensamiento y lucha, pues constituye la medida de las capacidades humanas para configurar un modo de vida de la sociedad.

Lamentablemente, en nuestro país, la política va perdiendo su sentido como la vía para el despertar de una nueva conciencia, que dé sentido a la sociedad, especialmente a los muchos que se sienten explotados moral y materialmente.

Las condiciones en las que se perpetró el magnicidio son confusas, por decir lo menos, pues existen indicios muy claros de la deficiencia de la seguridad ofrecida al candidato, con errores incalificables, propios de principiantes, pese a estar a cargo de la Policía Nacional.

El país demanda explicaciones claras y el descubrimiento de la verdad de lo sucedido, con mucha transparencia y determinación para encontrar los móviles del asesinato y la responsabilidad de los autores intelectuales y materiales.

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