El reciente resultado electoral permite plantear como hipótesis si el populismo del régimen ha entrado en declive. Para llegar a una conclusión, primero conviene aclarar que se entiende por populismo. Siguiendo a Kraus, sus características generales son las siguientes: un líder mesiánico, capaz de ilusionar con sus ofertas.
Se hace dueño de la palabra, impone su verdad y a los que no la acatan considera enemigos, culpables de todos los males del país. El discurso se reduce a blanco y negro, no es ideológico sino moral, convirtiendo la política en la clásica lucha entre el bien y el mal. El que opina en contrario es opositor, conspirador que atenta contra la seguridad nacional. Utiliza en forma discrecional los fondos públicos y distribuye la riqueza nacional a través de subsidios, clientelismo y prebendas, a cambio de lealtad y sumisión.
No confía en el ordenamiento internacional y se ampara en el nacionalismo para justificar su aislamiento. Desprecia el sistema legal: el líder es la ley y el órgano legislativo está para legalizar su voluntad, que los jueces hacen respetar. Las instituciones de la democracia liberal fastidian, la teoría de la representación popular molesta. El populismo sustituye a esa democracia. El líder no representa al pueblo, es el pueblo y es el Estado.
Dicen los entendidos que el populismo se desarrolla en países con una población que no ha logrado niveles aceptables de bienestar, ni de educación, con desigualdades profundas en la riqueza y en las oportunidades para acceder al bienestar. Las instituciones son débiles y los valores democráticos carecen de vigencia.
La responsabilidad de esta situación se imputa a los privilegiados, a los políticos, a los medios de comunicación y al sistema económico neoliberal. Y para acabar con estos males se recurre al incremento del gasto público, al control de la economía, al capitalismo de Estado, con un aparato distributivo basado en subvenciones, aumento de la burocracia y transferencias discrecionales de fondos a sectores determinados. Sin embargo, la experiencia indica que ninguno de los esquemas populistas ha conseguido reducir la pobreza, ni crear un modelo sostenido de progreso.
Así las cosas, los resultados de la consulta no parecen un ejercicio reflexivo, desde el cual se pueda organizar una oposición como alternativa del poder.
Lo sucedido en Guayas es indicativo: se ha producido un trasvase del populismo regional al oficial. Sí se ha dado una advertencia /castigo emocional e intuitivo, que el régimen podrá manejar mientras se mantenga alto el precio del petróleo, la sociedad soporte nuevos y mayores impuestos y cuente con un acreedor hipotecario, como China, al cual recurrir en tiempos de crisis. Cuando falten los recursos, los mismos que antes aplaudían en calles y plazas las ocuparán al grito de cambio.