‘Maestro Joaquín: qué tal si solo le pone un poco de cemento y nada más… la falla es pequeña”… “Verá señor… claro que se puede hacer lo que usted dice, pero le quedará feo… saquemos nomás las dos cerámicas que están picadas… pongamos las nuevas… no se preocupe, le hago el trabajo por el mismo precio”. El sentido de esta conversación, se dio una y otra vez durante el tiempo que duró la construcción. El maestro albañil fue imponiendo su ritmo, su sello. Se hizo lo que él sugirió.
El maestro Joaquín es un perfeccionista. Le gusta que las cosas queden bien hechas y bonitas. “Si le dejo mal, después me llamará bravo a que rectifique o talvez nunca me llame. Si hago bien, me llamará para otros trabajos y me recomendará con sus amigos”. Ese es el maestro Joaquín, además de experto en la materia es honesto, cumplido, siempre alegre y optimista. Trabaja acompañado de la tecnocumbia que brota de su celular. Es un ser humano normal. De cuando en cuando le gusta tomarse los tragos, pero no se permite fallar a su compromiso laboral. “Este fin de semana tengo un cumpleaños en mi tierra… vendré el martes… si le digo que estaré el lunes, es mentira… compensaré el tiempo.” Comenta que nunca quiso ser dependiente de nada ni de nadie. Aprendió su arte observando, practicando, cometiendo errores pero siempre avanzando. “Todo sé… albañilería, plomería, coloco bien la cerámica, y hago algo de electricidad”. “Mis papás me encargaron desde antes de los 10 años con el maestro José… De él aprendí mucho, pero después de los siguientes maestros que fueron buenos conmigo”.
Joaquín es de origen indígena de la zona de Otavalo. Es bilingüe. Sabe kichwa y castellano. Pero a sus cuarenta y pico es analfabeto, no sabe leer ni escribir. Mide y calcula de manera precisa los metros de construcción, los materiales requeridos. Es consciente de su buen trabajo y negocia con dignidad su salario. Gana bien, con lo que mantiene su casa y educa a sus hijos que están en la universidad.
¿Dónde aprendió Joaquín tantas cosas buenas si no pisó una escuela? Sin duda fue la influencia de su padre y madre. De la comunidad que le vio nacer y crecer en libertad.
Esta y tantas otras experiencias de hombres y mujeres extraordinarios llevan a relativizar el rol de la escuela, a cuestionar la meritocracia educativa basada en notas, a impugnar el culto al fetiche de los títulos que hoy dan tanto “valor” a las personas. Conducen a rescatar la relación familia-comunidad-escuela y a percatarnos que en Ecuador también hay gente honesta, creativa y trabajadora en todas las clases sociales.
Talvez Joaquín con educación formal hubiera sido un excepcional arquitecto. Pero no necesitó de ella para ser lo que es: un distinguido profesional, pero sobre todo un estupendo ser humano, un señor, un maestro con todas sus letras.