La crisis de los partidos políticos no es un caso aislado de Ecuador. En buena parte de los países de América Latina las agrupaciones políticas también atraviesan por una profunda crisis.
Lo sucedido hace pocos días en el Perú, a más de ser un agudo enfrentamiento entre el Ejecutivo y el Legislativo, tiene su explicación en lo que sucede con los partidos. Desde hace más o menos 20 años, el Perú tiene un sistema de partidos fragmentado y con alta volatilidad electoral. Tiene una media de 25 partidos compitiendo en cada elección. Partidos que surgen y desaparecen en cada lid electoral, con excepción del Partido Aprista Peruano (PAP) y Acción Popular (AP).
Estos cambios constantes, la falta de institucionalización y la preeminencia de intereses particulares (lo que ha derivado en varios escándalos de corrupción) no ha permitido que las agrupaciones políticas puedan generar lazos perdurables con la población. El escenario ideal para el surgimiento del populismo, de políticos antisistema y outsiders.
El problema no solo es la llegada al poder de este tipo de políticos. Lo trágico es que, al no tener suficiente preparación en gestión pública, no contar con buenos equipos de trabajo y buscar el beneficio personal a través de actos corruptos, el descrédito y los niveles de desconfianza ciudadana termina a la final afectando al sistema político y sus instituciones.
Veamos solamente lo que ocurre actualmente en Guatemala, Venezuela, México, Nicaragua, Bolivia, Argentina, Brasil… La excepción en la región son Uruguay y Costa Rica. Ni siquiera Chile, que era, hasta hace poco, un modelo a seguir.
Y es que el problema no solo tiene que ver con lo que acabo de mencionar. Los gobiernos, conformados por partidos, no producen resultados convincentes. América Latina sigue teniendo alarmantes tasas de pobreza y exclusión social, políticas poco efectivas de redistribución de la riqueza, cobertura deficiente de servicios básicos, infraestructuras inadecuadas (carreteras, puertos, aeropuertos, etc). Sus modelos económicos no terminan de cuajar, peor aun cuando se trata de compatibilizar con modelos de desarrollo sustentables.
Es cierto que en cada país existen graves problemas de carácter estructural que vienen del pasado. Sin embargo, tenemos, en el caso de Ecuador, 41 años de retorno a la democracia y muchos de esos problemas persisten.
Lo más triste de todo es que, sin temor a equivocarme, esto va a seguir igual por muchos años más. El motivo de este “pesimismo fundamentado” se basa luego de escuchar las propuestas de gobierno que comienzan a hacer cada uno de los candidatos a la presidencia. No tienen pies ni cabeza. Parecería que la ignorancia cunde y no existe un espíritu crítico en la mayor parte de la población. Empero, el problema no es la gente. Son de nuevo los partidos y los supuestos líderes políticos que no están a la altura de la circunstancias.